J - Joint

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El dolor tardó unos segundos en llegar a su cerebro. Había sido una caída muy tonta, un resbalón. No había visto la pelota, la había pisado y había caído al suelo. Los niños se habían reído y él también.

Había reído durante unos segundos hasta que poco a poco el intenso dolor de haberse dislocado la rodilla tomó el control.

No parecía tan serio en un primer momento, no era la primera vez que se hacía daño, como policía o simplemente entrenando, muchas veces se había hecho lesiones estúpidas. Al menos no en un primer momento. Pero cuando sintió que la rodilla volvía de nuevo a su sitio un segundo más tarde, tuvo que morderse el labio por dentro para no gritar.

"Niños, ¿podéis ir al congelador y traerme un poco de hielo?" dijo mientras se masajeaba la pierna con una mano temblorosa y aprovechó el momento a solas para dejar salir un gemido de dolor.

Era su primera tarde de juegos con sus hijos en mucho tiempo. Se lo estaba pasando bien, había jugando a todo lo que habían querido. Había entrenado los nuevos movimientos del gimnasio con Gwyn; había dejado que Tomi le enseñara todas las cosas nuevas que había aprendido en el colegio y luego había hecho un poco de manualidades, que no eran su punto fuerte, con Gabi.

Luego habían merendado y cuando esperaba que los niños estuvieran cansados, le pidieron jugar con la pelota. Unas patadas por aquí, risas y volteretas hasta que una de las pelotas con las que estaban jugando apareció delante delante de sus pies.

La pisó y todo pasó a cámara lenta, la pierna se deslizó hacia un lado, su cuerpo hacia el otro. Un crujido, bolitas blancas delante de sus ojos antes de que llegara el dolor y, una vez en el suelo, apenas fue capaz de pensar con claridad.

"Les he dicho a las gemelas que vayan al botiquín a ver si tenemos vendas no adhesivas," le dijo Tomi.

"¿Para qué necesitamos vendas no adhesivas?" preguntó Carlos intentando sonar tranquilo.

"Para nada, pero no quiero que se preocupen."

Carlos sonrió y apretó las manos para que no se notara lo mucho que le temblaban por el dolor que se esforzaba en ocultar por todos los medios posibles.

"Siempre cuidando de tus hermanas, ¿eh?"

"Cuando no estáis en casa, es mi trabajo de hermano mayor cuidar de ellas hasta que lleguen los abuelos o los tíos."

Tomi solo era dos años mayor que las gemelas, pero desde una edad muy temprana, se había vuelto un niño protector con sus hermanas. Todo el mundo decía que no podía ser de otro modo con los padres que tenía.

Carlos le acarició el cabello, gruñó y se volvió a morder el labio para disimular el dolor que cada vez era más acuciante. "Necesito que cojas mi móvil y llames al 911. Pregunta por la tía Grace."

"¿911? Ese número es para cuando pasan cosas muy malas, ¿no?"

Carlos asintió y miró fijamente a los ojos a su hijo. Tenían una gran compenetración así que no hizo falta que dijera nada más para que Tomi hiciera lo que le había pedido. Volvió antes de que llegaran sus hermanas, que seguían buscando las vendas no adherentes.

Marcó el 911 y se lo pasó a Carlos. Antes de nada, quería poner en antecedentes a Grace y de paso quitar un poco de hierro al asunto para que Tomi no se asustara demasiado.

"911, ¿cuál es su emergencia?"

Carlos reconoció la voz, no era Grace sino uno de sus compañeros. "¿Puedo hablar con Grace, por favor? Dile que soy Carlos."

Le pasaron la llamada en menos de dos segundos y pronto escuchó la voz de su amiga. "Carlos, ¿va todo bien?"

"Relativamente. Voy a pasarte con Tomi para que le expliques qué hacer para ayudarme."

25 letras másWhere stories live. Discover now