O17

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— ¿Ya llegamos? —

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— ¿Ya llegamos? —

— Todavía no— responde— paciencia Doutzen, paciencia.

— No soy una persona paciente.

— Lo se, cariño. —su mano acaricia la mía.

El miércoles volamos de Londres a Italia, luego de la boda de mi amiga, para la presentación de la colección de ropa de Ferrari. Yo no iba a ir porque las cosas están un poco tensas entre nosotros todavía, pero como buena esposa acá estoy. El punto es que estamos volando a un lugar secreto porque el señor Leclerc se niega a decirme el destino. A todo esto, Grace se quedó con mi mamá en Londres.

— Ya llegamos— dice luego de una hora de haber estado jugando a las cartas.

Salimos del avión privado y ya está una camioneta negra esperándonos, pero todavía no sé dónde estamos, Charles cerró las cortinas del avión para que no vea.

— Tengo un hambre de los mil demonios— digo arriba de la camioneta.

— Podemos pasar a comer algo, o podemos comer en el hotel.

— Estoy antojada de pizza. — sus ojos se abren de par en par. — No pongas esa cara, es imposible que esté embarazada.

—Nada es imposible— suelta una risita.

Diez minutos después estamos en el centro de la ciudad y cuando veo el arco del triunfo siento el corazón queriendo salir de mi pecho.

— ¿Que hacemos acá?— pregunto en un hilo de voz.

— Sorpresa— la sonrisa de Charles es enorme, sus ojos brillan y las mejillas están rosas.

Llegamos al hotel luego de haber picoteado algo, cuando vamos a pedir la llave de la habitación nos entregan dos. Una para cada uno, en habitaciones distintas.

— Charles, ¿para que dos habitaciones?

— Porque quiero hacer las cosas bien— dice caminando hacia el ascensor.

— Pero ya estamos casados.

— Quiero buscarte por la habitación, llevarte a cenar y luego besarte en la puerta. —suspira— las cosas que tendríamos que haber hecho.

— No te culpes por lo que no pasó — acaricio su mejilla— quizá no nos hayamos conocido de la forma más convencional, pero acá estamos.

Arruga su nariz,  haciendo que sus hoyuelos se marquen.

— Realmente espero que me dejes hacerlo— murmura.

— Claro que si— beso su mejilla.

— A las ocho te vengo a buscar.

— Acá voy a estar esperándote.

Cuando entro a la habitación abro la valija para ver que ponerme esta noche. Por suerte tengo algún vestido más elegante que no habré usado en Londres.

Nosotros En Mónaco; Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora