Capítulo 1👑

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 —¿Estás segura de que esto es lo que quieres? —asentí aun mirando por el balcón, el día gritaba un buen clima

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 —¿Estás segura de que esto es lo que quieres? —asentí aun mirando por el balcón, el día gritaba un buen clima.

Miraba a lo lejos, donde los bosques se unían a las nevadas montañas. Había pasado mucho tiempo desde que pude apreciar aquel paisaje por primera vez, eso no evitaba que cada día, sin falta, regresara a él.

Recuerdo haber llegado el primer día al palacio y haberme acercado a la barandilla del sitio, a explorar cosas insignificantes como la altura del balcón o la lejanía con los límites del reino. La vista nunca dejaba de ser impresionante, sin contar los atardeceres, sin dudas, mis favoritos.

Sentí las manos de Agni enroscándose alrededor de mi cuerpo, descansó su mentón en mi hombro. Me reí involuntariamente, su respiración causaba cosquillas en mi piel, él lo supo por lo cual dejó un beso corto en la parte descubierta de mi cuello y luego se giró a mirar la vista.

—¿Sabes qué si me lo pidieras ahora mismo iría a buscarlos? Mi oferta de traerte sus cabezas siempre estará en pie —ofreció.

—Esto es algo mío —agregué.

Lo era, era un círculo vicioso que había creado y, por ende, también debía ser yo quien lo destruya. Para destruirlo, necesitaba ver arder a todos aquellos que me habían arrastrado al infierno.

—Se volvió mío el día en que decidieron hacer algo en contra de ti. —dijo con firmeza.

—No quiero meterte en esto —susurré.

—Ya estamos lo suficientemente metidos —suspiré. No había caso.— Si vas, voy contigo.

—¿Crees que haya cambiado algo desde que nos fuimos? —pregunté con pena.

Nunca pude despedirme. Había dejado a mi familia y amigos atrás, muy en el fondo tenía esperanzas de recuperarlos, a todos y cada uno de ellos, pero después recordaba el tiempo transcurrido, era muy posible que ya me diesen por muerta.

—De seguro que sí —respondió.

—¿Qué hora es? —Había olvidado por completo ese detalle.— Oh demonios.

Me solté del agarre de Agni, era cien por ciento seguro que llegaría tarde, lo que equivaldría a un nuevo regaño.

—Adivino —dijo Agni con burla— ¿Baruc?

—Baruc —solté a modo de afirmación, crucé el umbral que separaba al balcón de la habitación.

—Te acompaño, necesito hablar con él de todas formas —él imitó mis pasos, hasta que llegó a un lado mío.

Emprendimos un camino hacia la biblioteca, aquel era el lugar en donde solía reunirme con Baruc, un hechicero encargado de enseñarme todo lo que fuese necesario. Y con ello, me refiero tanto a historias como magia, ninguna de las dos se me daba bien vale recalcar.

Para mi suerte, la biblioteca estaba en el mismo piso de las habitaciones, un largo pasillo era lo único que dividía ambos sitios. Algo que me agradaba de sobremanera era la diferencia entre los dos pisos que comprendían la magnitud del castillo, mientras el primer piso resaltaba la lujosidad de las piedras más hermosas del reino, el segundo ahogaba con su oscuridad brindando un espacio tranquilo y de paz.

Una vez cruzamos la puerta de entrada de la biblioteca, su voz llegó como canto de los pájaros:

—Llega tarde, su majestad —No esperaba menos— Otra vez —añadió con un tono de reproche.

—Esta vez ha sido mi culpa —Agni se adelantó.

—De todas maneras —giró a verme— Debería de aprender a llegar a tiempo. —Sonreí con inocencia.

—¿Has logrado algún avance? —el monarca dirigió su conversación al hechicero.

Me dirigí hacia una de las sillas del escritorio, que había sido colocado especialmente para cuando tocaran las lecciones de historia, me senté en ella recostándome por el respaldo y colocando los pies cruzados sobre la mesa.

Hora de observar su conversación.

—Nada aún —negó Baruc.

—No sirvo para esto —me infiltré en su charla, encogiéndome de hombros.

—Déjeme corregirle majestad: aún no hemos encontrado su fuerte —giró su vista hasta mi—, y baje los pies de ahí. Ubíquese, señora.

Entrecerré los ojos, Baruc tenía suerte de ser él, de lo contrario ya estaría en la horca. Me crucé de brazos indignada.

—Señorita —me quejé.

—Él tiene razón —intervino Agni— aún no encontraste tu fuerte.

—¿Y si no tengo uno? —inquirí, si en cuatro años no lo había descubierto, era poco probable que lo haría.

—Todos los tienen —prosiguió— Y si no encuentras el tuyo, deberé de llamar a Aryeh —palidecí.

—No —me negué rotundamente.

Había visto una vez a Aryeh, esa vez había sido suficiente para no querer verlo nunca más. Él no vivía en el castillo pero, seguía siendo el hechicero real; un título que se ganó por justas razones. Ese hombre hacía temblar a cualquiera que se le acercara, esta demás decir que la crueldad podría ser su segundo nombre.

—No cambiaré de idea —agregó Agni, serio.

Luego de ello se despidió de ambos, alegando que nos dejaría trabajar tranquilos. Cuando cruzó la puerta decidí volver a hablar:

—Baruc, más te vale encontrar algo en lo que sea buena —lo amenacé aun pensando en las palabras de Agni.

—Aryeh no es tan malo como parece —se burló Baruc, consiguiendo que hiciera una mueca.

—¿Qué haremos hoy? —cuestioné evitando el tema.

Él se acercó unos pasos, con una expresión pensativa. Estaba debatiendo que sería mejor hacer, ya lo conocía, tal vez hasta saldría con la idea de levantar los muebles. Menuda decepción nos habremos llevado en los primeros intentos.

Ya después de las primeras semanas, di por sentado que jamás podría acercarme a lo que él hacía, sin embargo, ellos no perdían la esperanza. Creían que en algún momento lograría dominar algún tipo de magia, ese momento sería nunca, en mi opinión claro.

—¿Qué te parece si trabajamos con la mente? —hice otra mueca.

No era suficiente con intentos frustrados de mover objetos, ahora quería usar la mente. Resultado final predicho de ante mano: no ocurriría nada.


Polvo de CristalesWhere stories live. Discover now