Capítulo 4👑

663 62 2
                                    

El resto del día lo había pasado bajo un desconcierto total

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El resto del día lo había pasado bajo un desconcierto total. Luego de la extraña sensación con Aryeh, solo se limitó a decir: "Ya veo" e irse como si nada. No pude reclamar debido a que enseguida Agni se acercó hasta mí, seguía sin darle cabida a lo sucedido.

Más me confundía la respuesta de él, ¿por qué solo "ya veo"?, no tenía algo más interesante para decir, algo que tal vez explicara el comportamiento de Agni. Pero no, su respuesta no había sido de ninguna ayuda.

—¿Qué te pareció la última propuesta? —habló Agni, pero, ¿de qué estaba hablando?

—¿Qué? —cuestioné sin bajar a tierra. Mi mente estaba en otro lado.

—No escuchaste nada, ¿verdad? —negué confirmándolo.

El colocó su brazo en el respaldo del trono, con la palma de su mano en mi dirección con una clara invitación de que la tomara. Tomé su mano, colocando la mía sobre la de él, su contacto era cálido.

—¿Es por lo de hoy? —negué nuevamente, en tan solo unos momentos regresaríamos a donde hace cinco creíamos que era nuestro hogar.

—¿Tengo que seguir intentando lo de la magia? —cuestioné rompiendo el silencio. No quería seguir intentando algo que nunca funcionaría.

—Hablé con Aryeh, él se ofreció a intentarlo —acarició mi mano. Tampoco quería tener cerca a ese hombre.

—¿De verdad es necesario? —esta vez lo dije más como un reproche.

—Por supuesto —sonrío— Piénsalo de otra manera, dominándola serás fuerte y poderosa.

—Yo ya soy fuerte y poderosa —levanté el mentón con arrogancia— Cualquier hombre, mujer o bestia se inclinaría ante mí —el rió.

—No lo dudo —llevó mi mano hasta cerca de su rostro, y dejó un beso al dorso de ella— Pero lo serás aún más. ¿Sabes por qué mandé a construir ambos tronos siendo iguales? —negué por lo que él continuó— Igualdad —agregó— No quiero una reina manipulable, de esas que sólo sirven para mostrar de trofeos. Quiero una reina que lleve dignamente su título, tal y como lo has hecho hasta ahora. Arrodíllate ante mí —pausó—, y no solo yo me inclinaré, también traeré el mundo a tus pies.

No respondí. ¿Qué se supone que debía decir en ese momento? Mi confusión no duró mucho puesto que él siguió:

—Ven —con su mano me instó a pararme de mi lugar. No soltó mi mano, al contrario, me guío hasta quedar a un paso frente a él. —Arrodíllate —¿Qué?

Lo miré asombrada, parpadeé un par de veces. Nunca me había arrodillado antes nadie, ni si fuera el rey. Mi mano tembló sobre la de él, recibiendo como respuesta una tierna sonrisa de su parte.

El esperaba mientras yo lo miraba aún cuestionándolo.

Asintió sin borrar la sonrisa, supongo que esa sonrisa fue la única razón por la que hice caso a su petición.

Con lentitud, me agaché hasta quedar arrodillada frente a él.

—¿Ves? No era tan complicado —susurró mientras se inclinaba a dejar un beso en mi frente— Ahora, date vuelta, tengo algo para ti.

Desconfiada me di vuelta, sentí como sus manos me tomaban de los hombros, acercándome aún más a él.

Acarició mi cuello por un instante, logrando que soltara un suspiro. Tenía el tacto cálido, sus manos no estaban frías, por lo que las caricias eran bien recibidas.

Apartó mi cabello a mi lado derecho, se separó de mi por un instante, fruncí el ceño, ¿Qué estaría haciendo? Estuve a punto de darme vuelta para vigilar sus movimientos, cuando vi como dejaba a mi vista un colgante.

La cadena parecía de oro blanco y en el centro, una piedra celeste en forma redonda. La colocó con sumo cuidado y volvió mi cabello a su posición inicial.

Lejos de levantarme o moverme de aquel sitio, preferí darme vuelta posicionándome de lado y dejar caer mi cabeza sobre sus piernas, que, para mi suerte, encajaban en una posición correcta. Utilice su cuerpo como si fuese una almohada, él se limitó a acariciar mi cabello.

—¿Qué es? —cuestioné acariciando la piedra entre mi mano. Estaba fría.

—Ágata —pausó— Se dice que sirve como piedra protectora y que despierta los talentos —sonreí ante su comentario.

—Necesitaré más que una piedra para despertar talentos —dije a modo de broma.

—Lo harás —dijo convencido— Algún día dominaras la magia y, ahí, serás más poderosa que cualquiera que exista en este mundo.

—Siento arruinarte los planes pero, eres un exagerado —me reí.

—No lo soy —rebatió—, solo quiero lo mejor para nosotros.

Iba a responder pero una aclaración de garganta me interrumpió.

—Lamento interrumpir este hermoso momento —miré al frente, bufando.

—¿Ya te he dicho que eres muy imprudente, Aryeh? —pregunté, levantando mi cabeza.

—Ya me disculpé —dijo con reproché— Majestades, todo está preparado. Los mercenarios ya están en posición, los hechiceros preparados, sólo faltan ustedes.

Me levanté con la ayuda de Agni, este también se levantó.

Aryeh parecía muy despreocupado ante la situación. Me preguntaba si todo lo que haríamos, en algún momento, le había hecho dudar, parecía muy confiado, divertido también, él no era la clase de hombre que denotara tenerle respeto a algo. Sus ojos mantenían la diversión y la malacia, sin rastros de un posible temor.

Agni, si bien compartía la característica de Aryeh, él se mantenía serio o, al menos, desde la llegada del hechicero, había adoptado esa postura. No era algo que me sorprendía, siempre actuaba serio ante los demás.

—Yo me encargaré personalmente de trasladarlos —hice una mueca.

No recordaba cómo había llegado la primera vez a Klirale, según Agni, habíamos cruzado un portal que se formó minutos después de mi supuesta muerte. No tenía imágenes de ese momento pero, según decían, tanto el como Aryeh y Baruc, aquello era cierto. Por ende, ya estaba muerta.

No en el sentido literal de la palabra, que de ser así, mi historia no hubiese continuado. Había muerto, sí, pero también había regresado a la vida para no soltarla más. No entendía como aquello pudiera ser posible, los demás decían que era obra de la profecía o de los dioses.

Yo prefería creer que jamás había pisado la tierra de los muertos, simplemente había sido un traspié, momentos de inconsciencia que me llevaron a acabar en otro mundo sin saber cómo.

—¿Cómo se supone qué lo harás? —cuestioné intrigada.

—Magia —sonrió con arrogancia—, y ya que estamos hablando de ello, me temo que para regresar tendremos que volver a abrir el portal. Es seguro, lo abrimos para enviar a los mercenarios, pero tendremos que traerlos de nuevo de la misma manera.

—Está bien —asintió Agni— lo importante es volver a salvo y con ella.

—Bueno. No retardemos lo inevitable —Aryeh nos acercó sus manos abiertas, con la intención de que la tomáramos- Si son tan amables —Agni la tomó sin problemas, yo dudé unos segundos pero luego acepté, tomando su mano— Buen viaje —Aryeh sonrió con malicia.

Polvo de CristalesWhere stories live. Discover now