Capítulo 12👑

474 48 10
                                    

El despacho en el reino de Klirale era muy pequeño, esto debido al escaso tiempo que el rey pasaba en él

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El despacho en el reino de Klirale era muy pequeño, esto debido al escaso tiempo que el rey pasaba en él. Era un sitio oscuro, las cortinas de las ventanas eran de colores de igual tono y casi nunca, estaban abiertas.

Allí, en ese lugar tan diminuto y gélido, habían dos hombres, conversando. El primero se hallaba recostado en su silla detrás del escritorio, el segundo estaba a su frente, de piernas cruzadas y actitud burlona. Ambos se habían acomodado adoptando una postura de suma relajación, en lo que cabía.

—¿Cuánto tiempo te quedarás? —exclamó uno de ellos, mientras inspeccionaba un muñeco de madera, que se hallaba como decoración sobre la mesa.

—¿Impaciente por mi partida, hermanito? —respondió el otro con una sonrisa.

—¿No te causará problemas estar aquí? —mantuvo la seriedad, acercó su mano a la figura que hacía de adorno, paso sus dedos por ella frunciendo el ceño, seguía teniendo una textura lisa y fría.

—Los problemas siempre están, pero, ya que sacaste el tema —hizo una pausa solo para añadirle un dramatismo a la situación— estoy pensando en retirarme, ¿sabes? Claro que tendría que fingir mi muerte, buscar quien puede asesinarme y a quien darle mi corona. Pensándolo bien, debería de comenzar a planearlo desde ahora —fingió una actitud pensativa, solo para poder fastidiar a su hermano, quien solo bufó al escuchar tales ideas.

—Samira sabe que siempre lo supe —soltó de inmediato, tomó la estatua y la llevó más cerca para comenzar un juego en sus manos.

—Bravo —rio el segundo.

—Brais —siseó el primero con nota de enojo, luego suspiró y agregó: —Priscila se enteró lo de Lorcan —dicho eso, Brais se alteró cambiando totalmente su semblante

—¡Carajos, Agni! —se agarró la cabeza— ¿Cómo demonios pasó?

—No lo sé —murmuró con pena, los papeles se invirtieron y ahora era Brais quien regañaba a Agni por su descuido.

—¿Sabes qué pasaría si Samira se entera? —tuvo el impulso de arrojar algún objeto del escritorio.

Se contuvo, manteniendo la misma postura de antes pero, con evidente tensión en sus músculos.Él más que nadie conocía la importancia de actuar con calma, sin embargo, Agni no ayudaba y donde él quisiese arreglar las cosas, Agni las destrozaba a su paso.

—Lo sé pero... —Brais no lo dejó terminar.

—¿Pero qué? —se levantó, acercándose a la mesa y dejando caer su mano en un golpe que, con facilidad, se escucharía hasta las habitaciones— ¿A caso no pensaste en lo que puede hacer Samira si se entera? —lo apuntó con el dedo, tratando de hacer que Agni tuviera conciencia de la peligrosidad que aquello podría causar.

—No quería dejar ir a Priscila hasta sacarle la información, ahora que se la llevaron nos queda poco tiempo para actuar —Brais volvió a agarrarse los cabellos, estirándolos— ¿Qué conseguiste de Eber? ¿Ya lo encontró? —dijo cambiando el tema, esperando que de esa manera pudiera calmar a la bestia que tenía en frente.

—Lo encontró —mencionó Brais, dándose la vuelta para volver a sentarse— Pero al parecer, aún no lo logra dominarlo. Quiere usarlo con su pandilla de ratas, hasta donde sé iba bastante lento con eso —continuó volviendo a la tranquilidad, aunque por dentro, seguía conteniendo las intensas ganas de asesinar a su hermano.

—Tendremos que arreglar eso también —dejó la figura sobre la mesa y se frotó la frente. "Más problemas", pensó. —¿Qué sucede? —dijo después de unos minutos en silencio, al ver como su hermano tenía la vista perdida en una esquina de las paredes.

—Estoy pensando en cómo lo resolveremos —se limitó a murmurar.

—Hay otra cosa —suspiró Agni recibiendo la intensa mirada de Brais encima, ¿Ahora que más había hecho? —Hace unos días yo —pausó— yo —repitió, eso era malo—, yo —el desespero se apoderó de Brais, si él había dado tantas vueltas para decir eso, de seguro, sería peor que lo anterior.

—¿Tu qué? —exclamó con un tono más alto.

—Casi ahorqué a Samira —confesó bajando la cabeza.

—¡Mierda! —definitivamente, acabaría asesinando a su propio hermano. —¿Cómo demonios fue eso?

—Yo... no sé —tartamudeó Agni— Creo que fue por, ya sabes —trató de nombrar aquello que era su oculto tormento sin embargo, no lo logró.

—Necesito paciencia —chilló Brais, sabía a qué se refería Agni.

No quería decirlo en voz alta, pero, también sabía que aquello les traería más problemas.

Si seguían cometiendo errores, tendrían una lista de varios metros juntando todos los problemas que ya tenían acumulados. Brais trataba de encontrar soluciones, aunque, ¿cómo encontrarlas si a cada rato surgían nuevas cuestiones? Acabarían en la ruina si siguiesen así.

—Mandaré a Aryeh a buscar a Priscila, si se tarda mucho buscaré a su padre, él seguro sabrá cómo encontrar a su otro hijo—agregó pasándose la mano por el cabello—, además tengo un asunto pendiente con él. Y —suspiró con pesadez—, mandaré a Baruc y a un grupo de mercenarios para que se encarguen de vigilar lo que está sucediendo en Idront y que destruyan los planes de Eber. Si todo sale bien, estará arreglado.

—¿Y qué haremos con Samira? —cuestionó con más tranquilidad Brais.

—Tratar de que encuentre un tipo de magia que sea la suya, mantenerla aquí y, sobre todo —silencio—, mantenerla alejada de Priscila, de lo contrario, esa maldita nos joderá la existencia.

—Eso tiene que funcionar si o si —amenazó Brais.

—De nuevo —Agni volvió a cambiar de tema—, ¿cuánto te quedarás con nosotros?

—Lo necesario —pensó—, ¿me prestas a alguno de tus hechiceros? Necesito hacer un viaje corto a Ardclik.

—Está bien. Llévate a Aryeh —pausó—, pero regresa, Samira se quedará tranquila si te quedas —se recostó por el respaldo de la silla, aprovechó para descansar cerrando los ojos.

Agni confiaba en que lo que le había contado a Brais, era un plan que funcionaría. De lo contrario, él mismo se encargaría de cavar su propia tumba y enterrarse en ella.

—Volveré —aseguró luego de asentir.

Brais se levantó, dispuesto a irse cuanto antes al viaje a Ardclik. Él pensaba arreglar todo de manera que pudiese dejar a cargo, de su reino, a alguien más, al menos por el tiempo en que su estadía en Klirale durara.

Antes de poder darse vuelta siquiera, un golpe en la puerta los hizo girar a ver en esa dirección. La puerta se abrió, sin esperar a que Agni dijese palabra alguna, dejando entrar a una Samira cuyo aspecto no era el mejor.

—Yo estaba durmiendo y —pausó repartiendo la mirada entre ambos—, soñé con —su voz tembló un poco—, recordé eso —agachó la mirada, sumiéndose en su tristeza.

Ninguno dijo nada más, Agni entendía la situación, sabía que Samira había soñado con ese lugar de sus torturas. Siempre que lo soñaba, se ponía de esa manera, como un animal enjaulado en busca de la libertad. El sólo se acercó rodeándola con sus brazos, brindándole seguridad.

Brais miró acusatoriamente a el hombre que abrazaba a la joven, este se encontraba mirándolo por sobre el hombro de Samira. Agni sabía, muy bien, que era lo que su hermano decía con esa mirada: no podían arruinarlo, o no volverían a tenerla en sus manos.

Polvo de CristalesWhere stories live. Discover now