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Hinata sonreía como un estúpido bajo su mascarilla con sus codos sobre sus rodillas, las manos hechas puños y con su barbilla sobre éstas; viendo desde las gradas la práctica que estaba teniendo Atsumu.

Después de haber estado agonizando por un resfriado, ya se encontraba en plena forma para estar entrenando en esos momentos.

Se había quedado en la habitación vacía que el rubio tenía en su departamento, ya que no se fiaba de dejar al mayor sólo. Regresó a su casa solo para coger algunas prendas de ropa al igual que su ordenador portátil en el cual trabajar el tiempo que estuviese allí; y paró en un supermercado y compró algunas cosas para hacerle algo de comer.

¿Qué no sabía cocinar? Pues no le importaba. Existían videos en internet de los cuáles podría seguir su receta o de alguna otra receta que hayan publicado y él simplemente la leería e intentaría seguirla paso a paso.

Al llegar de nuevo al departamento del rubio, entró con la llave que el chico le dijo que cogiese; volviéndose a encontrar con los animales. Waka-chan, el perro, le siguió a cualquier lado que fuese, mientras que Go-chan se quedó acostado en el sofá meneando su cola de forma perezosa.

Preparó algo suave para Atsumu, y rebuscando en todos los muebles de la cocina encontró una bandeja en la que puso lo que había preparado junto a la medicina que debía tomarse. Volvió a ponerse la mascarilla y fue en dirección a su habitación -con Waka-chan siguiendo sus pasos-, y se sintió terrible el tener que despertar al chico al verlo profundamente dormido.

Los días que había pasado en aquel enorme pero acogedor departamento fueron sin duda agradables. Cuando el rubio, al segundo día que estuvo allí, empezaba a salir de la habitación con mascarilla y pasaba tiempo con él. Al quinto día, Atsumu ya estaba completamente recuperado, por lo que ese día después del desayuno recogió sus cosas y regresó a su casa.

Nada más entrar por la puerta de su propio apartamento, sintió lo vacío que era, y como los pocos días en los que estuvo en la casa del mayor, se dio cuenta que le gustaría vivir ese estilo de vida de forma algo más constante.

Nunca antes le había importado el vivir solo, sobretodo cuando se mudó de la casa de sus padres para vivir en el centro de Tokio. Rechazó la oferta de Kageyama de compartir los dos piso, incluso la de sus amigos, agradeciendo lo que hacían por él. Estaba seguro que ninguno podría soportar el desorden que él era y que su madre aguanto por dieciocho años.

Ni siquiera cuando estuvieron confinados sin poder salir de sus casas se sintió solitario.

Era en esos momentos, en los que pasó con Atsumu, que se dio cuenta lo maravilloso que sería vivir con alguien.

Poder decirle un 'buenos días' al despertar o un 'buenas noches' al ir a dormir. Decirle 'Ten cuidado' cuando va a salir, o un 'estoy en casa' al llegar.

Eran esas pequeñas cosas las que de verdad le hacían darse cuenta que estaba completamente solo.

Bufó molesto y sacó su teléfono. Era mejor hundir sus problemas en la escritura, así no se le alargaba la fabulosa vista que tenía de Atsumu entrenando.

Esos pantalones cortos y algo apretados hacían ver que su trasero era perfecto. En todos los sentidos. Y sus largas piernas... Eran musculosas y bien definidas. ¿Y que decir de su torso? La camisa no le hacía justicia a ese fornido pecho. Marcaba perfectamente cada uno de sus músculos y apostaba todos sus premios a que sus abdominales eran seis hermosos cuadritos a los que estaría dispuesto a más que pasar la mano por ellos.

Por otro lado, no tenía pruebas pero tampoco dudas, a que lo que le colgaba a Atsumu entre las piernas podría ser otro gran trofeo que a Shouyo no le importaría tener. Aunque intuía que la mercancía del rubio era cosa sería.

Como enamorarse en tiempos de pandemia (AtsuHina)Where stories live. Discover now