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... Y lo único que hizo antes de esconderse fue agarrar el cuchillo que utilizaba para defenderse.

La habían encontrado.

—Agh... ¡Al fin!

Le dio a guardar y puso aquellos tres... No, no. Aquellos cuatro largos documentos en pdf antes de mandárselos a Sakusa.

Su maniático editor debería de felicitarlo. Esta vez había sido mucho más rápido al terminar aquellos capítulos. Solo había tardado... ¿Qué? ¿Una semana y media? en hacer los capítulos que Sakusa le había pedido.

¡Pero no solo eso! Había hecho uno de más.

¿Que no había dormido? ¿Ni comido? ¿Siquiera, dado una ducha? Bueno, pues que sepan que todo eso estaba sobrevalorado.

Había sobrevivido toda esa semana y media a base de grandes tazas de pura cafeína que le impidieron cerrar los ojos para tan solo parpadear. Con la comida, había calentado lo que tenía hecho de hacía unos días y cuando se habían acabado sus sobras, se comió todo el helado que había en su congelador de la nevera. Y el tema del baño pues... Tenía que admitir que apestaba, pero como vivía solo no importaba.

Solo había ido al baño cuando la madre naturaleza hacía de las suyas, del resto, se la pasó metido en su estudio. Con el culo casi pegado a su silla giratoria y con los ojos rojos de no dormir centrados en la pantalla de su ordenador de mesa sin estar consciente del día y la hora.

Apagó el ordenador y cuando vio la pantalla en negro se dejó caer en su silla viendo todo oscuro.

El sonido de los pájaros le dejaba claro que era de día. Giró apenas su cabeza para ver que el reloj encima de su escritorio indicaban las once de la mañana. ¿Qué día sería? Cuando se metió en su estudio era... ¿Miércoles?

Se restregó la cara y soltó un pesado suspiro.

—Necesito un calendario.

Sus tripas rugieron con fuerza haciéndole saber que lo que quedaba de helado en su estómago se había evaporado y que no estaba dispuesto a tomar otra taza de café.

—Pediré comida... Pero me tendré que duchar.

Bufando, salió arrastrando sus pies hasta llegar a la sala y ver su teléfono en el mismo sitio donde lo había dejado la última vez: la mesita de café.

Le dio al botón para desbloquearlo viendo que no había reacción alguna y rodó los ojos.

—Genial, sin batería.

Cogió el teléfono inalámbrico de su casa y empezó a marcar aquel número que se sabía de memoria mientras caminaba hacia su habitación y enchufaba su teléfono al cargador que tenía al lado de su cama.

—Onigiris Miya, ¿en qué podemos ayudarle?

—Hola Miya-san.

—Hinata-san, ¿qué tal?- la voz tranquila del contrario relajó a Shouyo.

—Ya te lo puedes imaginar.- le escuchó reír.— ¿Podrías mandarme un onigiri de atún XL, diez normales y cinco de salmón con huevo? Ah, y de beber tres botellas de té. Por favor.

—¿Se le ofrece algo más Hinata-san?

—Se que no es su especialidad pero... ¿Que tal dos platos de katsudon y otros dos de ramen? Te pagaré el triple si prefieres.

—Tendrá su pedido como muy tarde en cuarenta y cinco minutos.

—Gracias Miya-san.

Colgó la llamada y dejó el teléfono en su sitio. Se volvió a su habitación a coger ropa cómoda para luego de la ducha junto a una toalla limpia y unos bonitos bóxer de baloncitos de voley.

Como enamorarse en tiempos de pandemia (AtsuHina)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang