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—¿Y bien? ¿Nos vas a contar porqué estamos en la casa de tu chico en vez de en la tuya?- preguntó Oikawa mirando desde el sillón hacia la cocina como el rubio se movía por ella.— No es que me queje pero... Me parece una falta de respeto que haya conocido la casa de tu bombón antes que la tuya.

Hinata siguió la mirada del castaño para mirar también como el mayor preparaba unos aperitivos.

Unos aperitivos para cinco que antes iba a ser para dos.

Aprovechados.

—Tenía que hablar con ustedes sobre algo.

—¿Y tenía que ser aquí?- cuestionó Satori.— Wakatoshi y yo vivimos en un buen lugar, pero ver este sitio avergüenza la casa donde vivo, Shou-chan.

—Sat-chan, ¿no ves que nuestro pequeño Shou-chan juega en otra liga?- señaló Oikawa.— Si no fuera porque amo a Iwa-chan y que sabe darme lo que quiero, yo también me habría buscado un Sugar Daddy.

Hinata rodó los ojos.

No sabe las veces que había escuchado esa tarde ya sea de Oikawa o de Satori diciendo que Atsumu era su Sugar Daddy.

Para él, un Sugar Daddy era un hombre mayor -de unos cincuenta- que estuviese bueno. Como un buen vino añejo. Que el dinero saliese de sus bolsillos y que le cumpliese cada uno de los caprichos que tuviese.

Incluyendo los de la cama.

¿Qué sentido tiene el estar con alguien con una gran cantidad de dinero si en la cama no te da lo que quieres?

Puede que hubiesen personas a las que no le importase el tema sexual -mentira- mientras pudiesen tener dinero. Pero él no era ese tipo de personas.

Además, él generaba su considerable cantidad de dinero escribiendo -probablemente no tanta como Atsumu- por lo que no debía de preocuparse de ser un mantenido y de tener que estar quejándose como lo hacen sus amigos.

—¿Quieres dejar de decir que Atsumu-san es mi Sugar Daddy? Estamos aquí para hablar de un asunto importante.

—Hablar de lo bueno que está tu novio es importante.- apuntó Satori.

—Dios, ¿le viste los brazos que tiene?- empezó a hablar esta vez Oikawa a Satori.— Eran increíbles.

—No hablemos de sus brazos. ¿Acaso no se la viste?- sonreía pícaro el pelirrojo.— Los pantalones que tiene deben ser un delito para que se le marque de tal manera.

—El delito debe de ser el tener ese tamaño.- Oikawa se echaba aire con la mano.— No puedo evitar pensar en lo que es capaz de hacer con eso.

Esto era increíble.

Hinata no podía creerse que sus amigos estuviesen hablando de los atributos físicos de Atsumu.

¡Él los había notado primero!

La primera vez que le llevó la comida a su casa pudo ver las venas que se le marcaban en el brazo que sostenía la bolsa, y aunque llevase la mascarilla supo que el castaño en aquel entonces, era una obra de arte. 

Y lo pudo confirmar cuando comieron juntos el día de su visita al museo.

También, otro día de cuando pidió comida, se alegró muchísimo el estar vivo y en aquel país al notar el arma que ocultaban esos pantalones de ejercicio. 

Todavía recuerda que esa noche se imaginó que era el castaño en aquel entonces, el que le hacía correrse en vez de aquel pedazo de plástico que tenía para satisfacerse. Y la verdad es que no se sentía ni un poco culpable por la infinidad de fantasías que había tenido con Atsumu.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2023 ⏰

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Como enamorarse en tiempos de pandemia (AtsuHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora