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—¿A donde dices que vas?- preguntó Yamaguchi a través de su videollamada.

Oikawa, Satori y Kenma se amontonaban en la espalda del pecoso para poder ver la pantalla donde un alegre Hinata lanzaba prendas de ropa del armario hacia la cama a ver cual de ellas le quedaría mejor.

—A la galería de arte. Hoy es el último día en el que exponen las obras de M.A. y como Atsumu-san comparte la misma pasión por el arte como yo, hemos acordado de ir.

—¿Estás seguro de ir?- dijo con pereza Kenma.— Acabas de salir de un resfriado. Tus defensas aún están débiles.

Hinata rodó los ojos pero los otros cuatro no pudieron verlo.

—¿Y ustedes qué?- se giró a verles con las manos en las caderas.— Se supone que no deberías de estar tan pegados y sin una mascarilla protegiéndolos. Distanciamiento de seguridad. Se-gu-ri-dad.

—Que sepas que nos hemos hecho la prueba antes de venir, y todos estamos muy sano.- se cruzó de brazos Oikawa.

—Yo sentí que ese bastoncillo que me metieron por la nariz me tocó el cerebro.

—No seas exagerado, Satori-san.

—Claro... Como tu no sales de casa.- dijo Yamaguchi con la diversión brillando en sus ojos.

Hinata bufó.— Ya sabéis porqué. Es por...-

—Porque puedes trabajar desde casa.- dijeron en coro los cuatro a la vez haciendo que Hinata se sonrojase.

¿Tantas veces lo había dicho?

—Yo también puedo trabajar desde casa, pero si sigo encerrado por mucho más tiempo me puedo volver loco.- habló el pelirrojo masajeándose las cienes.

—¿No lo estás ya?- se burló Oikawa recibiendo un empujón.

—Si se van a poner a discutir, prefiero llamar otro día. El tiempo se me echa encima.

—Si vas en metro llegarás en un momento.- mencionó Kenma.— La galería no queda tan lejos de la estación.

—Lo se... Pero tengo prohibido coger el metro.

—¿Por qué?- preguntaron todos menos el pecoso.

—Mi editor dice que es el lugar perfecto para coger el virus y morir.- dijo con desinterés sin darse cuenta de lo que salía de su boca mientras seguía rebuscando ropa en el armario.— Tuve que suplicar para que me dejase salir hoy.

Agarró una camisa de rayas naranja y blanco y asintió para sí. Esa camisa le gustaba.

Dándose la vuelta hacia la cama, revolvió el montón de ropa que tenía en ella en busca de aquellos pantalones negros pegados a las piernas hasta el tobillo. Esos pantalones le hacían una bonita figura.

Eran desgastados por los tobillos y llegaba un poco por encima de su ombligo. Quizás fuese un poco femenino ya que eran las chicas quienes los usaban así la mayoría de veces, pero eso a él no le importaba.

Para la ropa no había género.

Y sin duda, con sus zapatillas sin cordones negras iban perfectas con su atuendo. La pulsera que hizo con su hermano cuando eran niños en un campamento de verano. El reloj que le obsequió Kageyama para su cumpleaños hace dos años y una gorra blanca que le compró Oikawa cuando fueron de viaje a las playas brasileñas cuando él se graduó.

Ah, y la mochila negra que se compró con su primer dinero ganado tras publicar el primer libro de su mejor trilogía ''Entre dos mundos''.

Casi llora cuando ve el cheque que le entregó Sakusa. No era mucho dinero a como el que ganaba ahora, pero estaba contento.

Como enamorarse en tiempos de pandemia (AtsuHina)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt