PRÓLOGO

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PRÓLOGO

Teniendo en cuenta que quiero ser escritora, se me hace bastante complicada la forma de iniciar un libro.

¿Pasamos directamente al alcohol y las fiestas o doy una pequeña introducción?

—Dann, sabes que tampoco me gustan las fiestas— Esa soy yo, dentro del auto, a casi medianoche, tratando de convencer a mi mejor amiga de que esto es una mala idea.

—¡Porque nunca has ido a una!

—¡Eso no es cierto!

—Las de cumpleaños no cuentan.

«Ah, entonces no»

Ella es Danna, mi mejor amiga, la conocí realmente por casualidad. Fui a comprar ropa para un evento importante de la alcaldía (mi padre es gerente). Y allí estaban una morena de ojos verdes y una castaña alta, riendo mientras elegían la ropa.

Era algo que yo jamás había vivido. Mis amigas y yo nos limitábamos a hablar de cuál tenía el vestido más caro. Me ayudaron a elegir mi ropa, y me dejaron participar en su compra. Al parecer había un campamento por la escuela y decían como “Curso nuevo, ropa nueva” o algo así.

Y ahora me he escapado de casa con esa misma chica.

Sí, lo que oís. Me he escapado de casa. A una fiesta. ¡Y ni siquiera me gustan las fiestas!

Según Danna, es el cumpleaños de la chica popular cuyo nombre no recuerdo porque soy malísima con los nombres, y si no vas a su fiesta te tachan de aburrido y no te vuelven a invitar. ¿Son normales estas cosas?

Y me hago consciente de lo que estoy haciendo cuando mi chófer se marcha lentamente, dejándome rodeada de adolescentes imbuidos en sustancias de dudosa procedencia.

—Basta, me marcho.

Me pongo totalmente tensa, dispuesta a subir en el coche de vuelta a casita. Si un periodista me ve aquí...

—Ah, no. De eso nada— Danna me hala de un brazo y me arrastra dentro de la casa—. Sabía que dirías eso, así que vine preparada.

Paseo la vista por todas las personas que hay —que son demasiadas— y me pongo colérica al instante.

Volteo y veo que Danna saca una pastilla bastante cuestionable, a lo que abro los ojos de par en par.

—No...

—Sí...

Me muerdo el labio inferior. No sé beber, mucho menos me he drogado alguna vez. Si hago el ridículo, por mínimo que sea...

—¡Danna! Mi papá me va a matar.

—¿No sabes decir otra frase que esa?— pasa un chico y Danna le quita el vaso de las manos—. Tomaré esto, cariño.

Le sonríe dulcemente y el chico se va, medio atolondrado. Me cuestiono nuevamente si estas cosas son normales, y lo sigo con la mirada. Se detiene junto a otro grupo.

Son unos cinco chicos, distingo uno muy alto, uno con chaqueta de cuero, uno con un monopatín y otro pelirrojo. Trato de verles las caras, principalmente al que está más apartado de todos. Veo su mano cuando se lleva un cigarrillo a los labios, se acomoda el cabello y le da la luz durante un segundo en el rostro.

Tenía los ojos dorados. ¿Se puede tener los ojos dorados? Sigo mirándolo y tomo un respiro profundo cuando siento que me mira también.

O igual está mirando a alguien detrás de y yo aquí, pasando vergüenza. No sería la primera vez.

CAOS EMOCIONAL [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora