41. Ambición

2.7K 151 20
                                    

Mi autoestima era amiguita del suelo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi autoestima era amiguita del suelo. Sin embargo, empezaba a cansarme de los comentarios sobre mi físico y rechazar un regalo de mi yaya no era justo. Iba siendo hora de parecer menos infantil que el comportamiento de Will.

     Pensé en los vestidos de mi abuela, se encontraban dentro de una caja aislada en una esquina del dormitorio. Ella me los había mandado para que las polillas no devoraran las telas y yo estaba dejando que el paquete cogiera polvo.

     Me acerqué a la caja y saqué algunos trajes. La mayoría tenían algo provocativo o que me hacía sentir incómoda, como si cada prenda se riera de mí. Me encontré con un vestido de cóctel, el primero que me permitía agacharme sin enseñar hasta el alma. Era de un color marfil y tenía un escote muy bajo en forma de pico. No había cremalleras ni botones, solo un broche dorado para ajustar en la cintura.

     Toqué la tela suave del cinturón y decidí que quería ver cómo me quedaba el conjunto delante del espejo. Pensé que no me valdría, pero lo hizo. Me recogí el cabello y dejé algunos mechones sueltos. Si entornaba los ojos y me pegaba un golpe en la cabeza, podría lucir como una actriz de los años 50.

     Había visto fotos antiguas de mi abuela. Lucía como una reina de la belleza sobre un escenario, recibiendo halagos hasta la extenuación. Entonces, que yo pudiera llevar su ropa significaba que iba por el buen camino.

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

Dominik me abrazó muy fuerte, sorprendiéndome.

     —Hola, estás muy mona. —Sonrió y se alejó un poco para mirarme con una expresión sin malicia.

     —Tú también tienes buen aspecto —comenté, al tiempo que notaba un calorcito en las mejillas. Me gustaban los chicos con traje de chaqueta y sus es estiradas por el acento francés.

     Tuve una reacción natural, no una cascada hormonal como estaba acostumbrada. Un hombre me daba un halago y no había ni una pizca de burla o segundas intenciones. Qué novedad.

     Notaba un curioso contraste entre ambos y el resto de la clientela de aquel café. Antes de ir a la función, Dominik propuso que nos viéramos para tomar algo. En mi caso, podía permitirme dos calorías de un té. Había leído que tras una operación de estómago, los pacientes solo consumían alimentos líquidos y perdían peso, así que pensé que una dieta líquida podría resultar interesante.

     Todo iba bien. Es decir, nada fuera de lo normal cuando ves a un amigo en una cafetería bonita. Mona es lo que se dice a los bebés arrugados para no ofender a los padres. No entendía por qué Will había insistido en que aquello era una cita o el motivo de que me dejara con la palabra en la boca.

     Me prometí a mí misma aparcar esos pensamientos y centrarme en el presente.

     —Te hice caso —dije, antes de sumergir la bolsita de té en la taza—. Ya he empezado con la beca.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora