Capítulo 1.

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En el número 4 de Privet Drive ubicado en Little Whinging, Surrey en el Suroeste de Londres, se encontraba una bella y grande casa, donde en ella residían cuatro personas, que la habitaban dos esposos con su hijo y el sobrino de esta pareja.

Las familias que pasaban fuera de la vivienda no podrían imaginar que dentro de ella moraba un pequeño niño de 11 años llamado Harry Potter, dormía en la alacena debajo de la escalera, el lugar era sumamente diminuto incluso para un niño de corta edad, estaba en muy mal estado, con una cama muy chica y polvorienta y debido a falta de limpieza, en cada esquina había telarañas muy largas. Fueron suficientes años resistiéndose a no quejarse de vivir en ese reducido lugar, que fue hasta los 12 años cuando sus tíos se dignaron a darle la antigua recamara de su primo Dudley a Harry, no podía pedir más, con eso estaba satisfecho.

El señor y la señora Dursely que eran los que se encargaban de cuidar a Harry Potter el que desde bebé tuvo que ser criado por esta cruel familia, ya que sus padres habían muerto en un supuesto accidente automovilístico, trataron de hacerle la vida imposible a su sobrino usándolo como un sirviente desde su temprana edad, recibía maltrato por parte de su primo Dudley y los amigos de este, eran su saco de boxeo favorito y aunque Harry ya se había acostumbrado a ello, le seguía molestando.

Cuando sus tíos se iban de casa (que no era frecuente) Harry pasaba el mejor momento de su vida debido a que, al estar viviendo con la familia Dursley era pretender que no existía, la mínima cosa que hacia se le castigaba sin comer por un día, con sus tíos y su primo cerca, él no podía ni sonreír si quiera, entonces, aunque fueran 20 minutos sin ellos, él sentía que se había ganado la lotería.

Despertó de un sueño profundo, se levantó con dificultad de su cama, se posó en una pequeña silla frente a la ventana y comenzó a observar como siempre lo hacía, el aspecto de Privet Drive era exactamente el de una respetable calle de las afueras en la madrugada de un domingo, se sentía emocionado debido a que la familia Dursley se irían a una visita de un familiar del tío Vernon, no fue tan fácil convencerlos que no necesitaría de ninguna niñera, siempre se alteraban al dejarlo solo, sin embargo Harry ya había alcanzado la suficiente edad para demostrar su "madurez" fue así como después de tanta insistencia accedieron y lo mejor de todo era que se irían durante 3 horas.

Pasaron las horas y comenzaba a amanecer, Harry bajó las escaleras al oír a sus tíos charlar en el salón.

- ¿Por qué aun no bajará Dudley? ¿Potter, lo viste al cruzar el pasillo? –preguntó Tío Vernon con su usual aspecto de fiereza.

-No –respondió Harry

-Iré arriba, Petunia ya sirvió el almuerzo, ve a la cocina –inquirió.

Cada mañana era siempre igual, su Tío Vernon y su primo Dudley se estancaban a la hora de la comida y a Harry le tocaba menos de la mitad de lo que ellos se servían, por eso mismo a comparación de ellos dos, él tenía un cuerpo delgado y ligero.

Llegó a la cocina, acerco una silla y se sentó en ella frente a una mesa cuadrada llena de varios platillos, había rebanadas de pan tostado con mantequilla ya colocada, fresas picadas, huevos revueltos, jugo de naranja y otros bocadillos extra. Harry estaba a punto de tocar alguno de los aperitivos cuando la mano de su tía petunia se interfirió en la suya.

-Eso no es para ti –gruñó –aquí está tu plato –soltó el platón sin delicadeza alguna.

Como era de esperarse, el plato contenía una rebanada de pan partida a la mitad en triangulo, una pequeña cantidad de huevo revuelto y una tira de tocino cocido. Trato de no darle importancia, comió su almuerzo con suma tranquilidad y al terminar se levantó antes de que Dudley llegara a molestarlo.

El tiempo transcurría y el momento de que los Dursley se fueran había llegado.

Se habían demorado unos pequeños minutos, salieron al jardín del frente y comenzaron a subir algunos de los juguetes de Dudley que regalarían, por eso mismo su primo no quiso bajar a desayunar, se había molestado tanto que quiso intentar hacer un berrinche al no comer porque sus padres darían sus regalos, era un niño mimado y llorón por cosas materiales y eso a Harry le molestaba, no le gustaban los niños como Dudley.

-Ya vámonos Dudley si entras al auto te daré... –le dijo Petunia con voz insistente, pero en un tono dulce.

-No empieces, si no viene, se quedará con Harry, ¿eso quieres? –interrumpió tío Vernon casi gritando.

De tan solo pensarlo a Harry se le erizo la piel del miedo al oír lo que acababa de decir su tío.

-No, no, no, no –bramó Dudley mientras corría velozmente hacia el coche.

-Bien –dijo secamente –y tu Harry...-se le acercó y un ligero espasmo cruzó el rostro de tío Vernon grande y colorado –no quiero absolutamente nada de desorden, si veo algo fuera de su lugar, te irá mal, muchacho, ¿entendido? –dijo en tono amenazante.

-Sí, tío Vernon.

-Volvemos en 3 horas, ni un minuto más ni un minuto menos –dijo antes de cerrar la puerta del coche, lo encendió, dio reversa y en pocos segundos se dejó de ver el auto.

Al fin, ya estaba completamente solo, su emoción se expandió por su cuerpo y no pudo evitar no sonreír, Harry, quien tenía miedo de expresarse, puesto que nunca había experimentado amor o afecto por parte de alguien, seguía siendo feliz, en el fondo tenía la esperanza de que algo lo hiciera salir de ese infierno al que vivía, tal vez no mañana, ni la próxima semana, pero lo haría.

Habían pasado 40 minutos y Harry se encontraba en la cocina viendo la pantalla grande, cambiando a cada canal que se le hacía aburrido, se quedó viendo por 10 minutos un programa hasta que un estruendo lo hizo tirar el control remoto al suelo, se paró de golpe de una de las sillas en las que estaba recargado y fue a investigar que había ocasionado el fuerte ruido.

Comenzó a dar pasos lentos y suaves hacia el salón, tomó una cuchara de madera para así poder "defenderse", temblando, pero sin darse para atrás se asomó al cuarto y no encontró nada, rápidamente dio vueltas a toda la sala, revisando cada rincón hasta que vio algo moverse, la cosa corrió deprisa debajo del pequeño sofá, no pudo distinguir bien que era, por si las dudas sujeto su cuchara con fuerza y a la cuenta de tres levantó el sofá con su débil pie derecho.

El sofá cayo por detrás y distinguió algo largo y blanco correr hacia la cocina, Harry, conmocionado, bajo su cuchara y se dirigió a pasos largos hacia donde iba el animal. No podía alcanzarlo, era muy veloz, este corría, daba altos brincos y se escabullía con mucha facilidad, desesperado, se quitó su camisa de cuadros morada y la agarró por los dos extremos opuestos e intentó utilizarlo como una red para así poder atraparlo. El inusual animal se paró en la mesa al ver crema batida en unas fresas, Harry aprovechó el momento, preparado, se colocó detrás de este y con todas sus fuerzas bajó sus brazos apuntando al pequeño animal blanco, sin embargo... fue más veloz que Harry y corrió debajo de la mesa, a esto, el pequeño chico de gafas redondas sin esperárselo se golpeó fuertemente su frente contra la dura mesa de madera y los cristales de sus gafas se rompieron, se sintió mareado y cayó al suelo perdiendo la conciencia.

PrisioneroWhere stories live. Discover now