Capítulo 2.

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Capítulo 2.

Tendido en el suelo, con dificultad, Harry intento abrir lentamente sus dos parpados, lo primero que vio fueron las luces del techo de la cocina, eran tan amarillas que le lastimaban sus ojos. Recordó que sus gafas se habían estropeado, a ello no podía ver nada, con su vista borrosa, se incorporó con sus dos pies recargándose en la pared por lo mareado que aún se sentía, no veía sus lentes por ningún lado, vio nuevamente la mesa y al mover algunas cosas las encontró, allí estaban, no comprendía como llegaron hasta ahí, se las colocó y...

- ¡Wow! ¿No se rompieron o sí?, yo recuerdo haberlas quebrado... pero están como nuevas –se dijo para él mismo mientras las inspeccionaba –ya no están los rayones que tenían.

Asombrado se las volvió a quitar, le pasó un dedo por el cristal y no sentía ningún rayón o quebradura, era imposible que sus gafas se hayan compuesto mágicamente.

Comenzó a caminar en círculos por toda la cocina buscando una razón lógica por la que sus lentes se hayan reparado inesperadamente, pasaron los minutos y sin éxito de no poder encontrar una respuesta con algún sentido, salió de allí y recordó que estaba persiguiendo algo. Lo que había visto era un animal largo, no lo había tocado, pero con su simple apariencia podía jurar que su pelaje blanco era suave y sedoso, tenía ojos rojizos y nariz rosada. Harry no sabía mucho de animales, por eso mismo no pudo distinguir que criatura era la que se había colado en la casa, pero eso era lo de menos, él debía encontrarlo o le causaría problemas con sus tíos, observó el reloj de la sala y se espantó al ver que faltaban 40 minutos para que llegaran, tenía que moverse.

Buscó en cada recamara de la casa y no había nada, bajó nuevamente a la primera planta y movió cada sofá, abrió cada gabinete y no encontró ningún rastro de lo que vio hace unas horas.

Desesperanzado, salió al patio para tomar aire fresco y allí estaba, un pequeño animalito blanco y peludo, se encontraba de espaldas oliendo las flores de tía Petunia, no sabía mucho, pero al oír constantemente a su tía presumiéndoles por teléfono a sus amigas sobre las flores que tenía en su jardín, pudo identificarlas la mayoría. Primero el animalito saltó y olfateo con su tierna naricita rosada unas peonias que estaban en medio del jardín, después, camino con sus cuatro patitas hacia donde estaban los claveles rojizos y comenzó frotar su chiquita carita en uno de los claveles de allí, se veía feliz y entusiasmado con solo correr en todo el patio.

Pasaron los minutos y Harry no dejaba de sonreírle a ese bello y curioso animal que acababa de meterse en la casa, se entretuvo mucho con solo verlo olfatear las diferentes clases de flores que había en el patio trasero. El animal volteó a la dirección de Harry y se quedó petrificado, estaba parado en dos patas y sin parpadear se le quedó mirando a Harry sin moverse ni un solo centímetro.

-Hola, hola, no te haré daño, no quería lastimarte hace rato, solo estaba algo asustado e impresionado –comenzó a hablarle con delicadeza mientras iba dando cortos pasos hacia donde se encontraba el animal blanco –no sé qué eres, pero solo sé que eres indefenso, al igual que yo –sonrió –confía en mí.

El animalito giró la cabeza sesenta grados tratando de poder comprender lo que Harry acababa de decir, a unos segundos, se colocó en cuatro patas y su larga cola se levantó mientras iba caminando firmemente hacia Harry.

Con una sonrisa triunfante en su rostro, con sus dos manos, agarró delicadamente al pequeño animalito y lo reposó en sus dos brazos, se sentía satisfactorio tenerlo cargando, era ligero y extremadamente suave, se metió nuevamente a la casa y dio un vistazo a toda la cocina y a la sala y vio que estaba todo desordenado, asustado, Harry comenzó a entrar en desesperación, dejó cuidadosamente a lo que tenía en sus manos en el sofá del salón y fue en busca de la escoba para barrer el desastre que cometió.

PrisioneroWhere stories live. Discover now