CAPÍTULO TRES

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Ni siquiera había alcanzado a poner un pie dentro de la casa cuando sintió la presencia del zorro.

Azriel se detuvo junto a los peldaños, girando su enorme cuerpo en dirección al macho, que yacía parado cerca de una de las columnas de la entrada. Lucía igual que siempre, con el largo pelo rojo trenzado y el traje bordado con los colores de primavera. Su ojo metálico hizo varios 'clics' al ver pasar a Brina, que no se preocupó en saludarlo más que con un apresurado hola en su carrera hacia el baño.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó el shadowsinger, subiendo los escalones que lo separaban del fae.

Lucien tragó saliva, intentando ocultar el ligero temblor de manos que lo atacaba cuando estaba en presencia de sus sombras.

―Feyre me ha invitado ―respondió, con su ojo sano mirándolo fijamente.

―Asegúrate de no molestar a Elain ―advirtió, pasando a su lado muy lentamente―. Ha estado muy ocupada preparándose para la apertura de su tienda, así que será mejor que no arruines su humor con tu presencia.

―Es mi compañera, lo sabes ―la barbilla de Lucien tembló, pero consiguió elevarla con toda la altanería que era capaz de reunir. No es como si eso fuera a molestarlo a él, que sabía perfectamente distinguir un acto de la verdad.

―Ella no ha aceptado el vínculo aún, y han pasado siete años.

―Eventualmente lo hará, estoy seguro de ello.

―La fe que te tienes es increíble, considerando lo que eres.

―Me parece ―dijo el fae, girándose también―, que el que tendrá que controlarse para no afectar a Elain serás tú.

Azriel prefirió no responder a ello, siguió su camino al interior de la casa como si nada e ignoró la molesta presencia del zorro que lo siguió por detrás.

Había llegado al pasillo cuando una figura salió corriendo del salón principal. Sus alas iban extendidas por encima de su espalda y parecía cargar entre sus pequeños brazos algo pesado, que se le cayó en medio de la carrera y terminó por rodar hacia una de las paredes. El tarro de pintura vacío hizo un ruido seco al detenerse.

―¿Se puede saber que estás haciendo? ―preguntó Azriel, acercándose a la figura.

Dhara se giró, sonriendo con la picardía característica de su carácter. Encogió de las alas detrás de su espalda y se afanó en poner la mejor cara de niña buena, a pesar de que sabía que su padre no iba a comprarla en lo absoluto. O al menos no lo haría durante los primeros cinco minutos.

―Estoy limpiando, la tía Nesta nos ha hecho recoger el desastre del salón.

Aún ignorando la presencia de Lucien tras su espalda, el shadowsinger se agachó frente a la niña.

―¿Qué han hecho esta vez?

―Un pequeño percance, nada más.

―Jamás es un pequeño percance cuando se trata de ustedes dos.

―El tío Cassian también ha tenido que limpiar.

―¿Ah sí? ―alzó ambas cejas, curioso―. ¿Y por qué?

―Porque ha tardado mucho en separarnos, y se veía como un imbécil ―al darse cuenta de lo que había dicho, Dhara se llevó ambas manos a la boca―. Lo siento, sé que no debo decir malas palabras.

―Lo ha dicho Nesta, ¿no es así?

Ella asintió, tímida.

―Por esta vez lo dejaré pasar ―dijo, guiñandole un ojo―, pero será mejor que termines de limpiar antes de que la cena esté lista.

Una corte de espadas y coronas ― AzrielTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang