CAPÍTULO CINCO

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Brina sabía perfectamente que no iba a encontrar a su hija en la cama. Tal como solía suceder con ella cuando era una cría, Dhara no conocía lo que era la hora de ir a dormir. Su energía habría sido suficiente para mantener a un pelotón despierto durante horas, y para agotarla lo suficiente como para meter a la niña debajo de las sábanas, hacía falta una serie de juegos de volteretas y ataques a juguetes diseñados especialmente con ese fin.

Todas las noches, Dhara esperaba en su cuarto de juegos a que su madre apareciera, porque era ella quien controlaba el cronómetro y quien aplaudía cuando conseguía romper el récord anterior. También era la que se encargaba de hacerla dormir después de eso, sin excepciones.

Incluso con los ocho meses de embarazo, la fatiga y los pies hinchados, Brina no había cambiado su rutina. Era importante crear lazos con su hija, en especial desde que faltaba poco para que dejara de ser la única consentida en la casa.

―¡Cinco minutos! ―chilló, alzando los brazos por encima de su cabeza. Del otro lado, pasando la torre de colchones y las tiendas de sábanas, Dhara hizo lo mismo.

―¡Mamá, pronto seré tan rápida como tú!

―Oh no, yo creo que me superarás.

A pesar de la distancia, pudo ver en los ojos de su hija el brillo de ilusión.

―¿En serio lo crees?

―Por supuesto, llevas mi sangre después de todo.

Saltando por encima de la mesa que había escalado hacía un momento, Dhara estiró sus alas y voló hasta donde estaba su madre. Permaneció revoloteando a su alrededor con una sonrisa en el rostro.

―¿Puedo quedarme unos minutos más? Quiero ver si puedo escalar la montaña en menos tiempo.

―Sabes que tenemos un trato, ¿no es así?

―Pero podríamos hacer una excepción... ―canturreó la pequeña, haciendo ojitos.

Brina, que se había preparado para los métodos de extorsión de su hija, le hizo señas para que bajara.

Muy consternada, la niña obedeció.

―Ya he hecho una excepción al dejar que jugaras en lugar de mandarte a la cama castigada.

―Es por lo de la alfombra, ¿no? ―preguntó, moviendo los pies con nerviosismo―. ¡Lo siento, no volveré a hacerlo!

A la verdugo le hubiera gustado agacharse, pero eso ya no era una posibilidad en su estado actual. En cambio, optó por poner las manos en la cadera.

―No se trata de eso, Dhara ―dijo, seria―. Se trata de que has hecho algo malo, y ahora tu padre y yo deberemos pagar parte del arreglo de la alfombra.

La niña levantó la cabeza, mirándola con un par de ojos avellanas muy brillantes.

―Tengo ahorrado algo de dinero que me dieron por el Solsticio, puedo colaborar con el arreglo.

―Me parece bien que lo hagas ―estirando una mano, la tomó por la barbilla. No se trataba de un gesto amenazante, sino de uno que pretendía captar toda su atención―. Quiero que sepas que esto no se trata de lo económico, porque perfectamente podríamos pagarlo. Se trata de que aprendas a hacerte responsable de tus actos.

―Sí, mamá.

―Mañana irás con tu tía Feyre y le pedirás perdón por lo de la alfombra, ¿entendido?

―Sí, mamá.

Brina la soltó, dando un paso hacia atrás.

―Ahora ve a lavarte la cara y los dientes, que tienes que ir a dormir.

Una corte de espadas y coronas ― AzrielWhere stories live. Discover now