CAPÍTULO OCHO

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―¡Te dije que tendríamos que haber traído una antorcha!

―¿Para que nos descubran? ¿Acaso has perdido la cabeza?

―A diferencia de ti, la tengo bien puesta. ¿No se te ha ocurrido pensar que en una noche sin luna el bosque estaría oscuro?

―¡Pero tenemos buena visión! Muchos faes son capaces de andar a oscuras sin ningún problema.

―Te olvidas que yo no tengo sangre fae, soy completamente iliria.

―Los ilirios también cuentan con un buen par de ojos.

―¡No seas tonto, casi te tropiezas con una rama! ¿Qué persona con buena visión haría eso?

―Deja de quejarte, así no llegaremos nunca.

―¡No llegaremos nunca porque estamos perdidos!

Nyx se detuvo abruptamente, girándose hacia su prima con una mano en la cadera. En realidad, en medio de la oscuridad no atinó a ver bien en donde estaba Dhara, por lo que su cuerpo se hallaba ligeramente alejado por unos buenos quince centímetros de distancia.

―Lo haremos, ¿qué tan difícil puede ser encontrar un claro?

―Demasiado cuando ni siquiera sabes en dónde estoy.

―¿Qué tonterías dices? ¡Claro que sé dónde estás! ―como queriendo probar su punto, Nyx estiró el brazo con el que sostenía su espada de madera. Intentó tocarla con la punta, pero lo único que atinó a alcanzar fue un trozo de hoja que colgaba de una rama torcida.

―¡Por la Madre, que liviana eres!

―Nyx, deja de ser un cabeza hueca y admite que estamos perdidos ―exasperada, la niña hizo el amague de dar la vuelta sobre sus pies. No llegó a moverse cuando distinguió una figura a lo lejos, encorvada entre los árboles.

Se acercó a su primo, lo tomó por el brazo y comenzó a correr. Nyx apenas si atinó a lanzar un alarido de sorpresa, junto a una retahíla de maldiciones que habrían escandalizado a su madre y enorgullecido a su tío.

Al final, su carrera desembocó en el claro que con tanto esfuerzo habían estado buscando. Sin emitir ningún sonido, Dhara soltó a su primo y comenzó a buscar a su alrededor por si lo que había visto entre los árboles ―y de lo que estaba seguro era una persona― los había seguido.

―¿Por qué has hecho eso?

―Había alguien entre los árboles... ―susurró, dejándose caer sobre un tronco partido. Su respiración era regular, producto de sus genes y de todas esas carreras que había jugado con los niños de la ciudad.

―¿Quién? ¿Qué? ¡¿Vamos a morir?! ―Nyx todavía no había aprendido a lidiar con las situaciones de extrema presión, aunque en realidad jamás llegaría a hacerlo. Se alarmaba ―tal como lo estaba haciendo en ese momento― y sus ojos, que parecía que iban a salirsele de las cuencas, no dejaban de mirar en todas direcciones. Su lengua era lo peor de todo, porque no era capaz de dejarla quieta ni por cinco segundos.

Dhara decidió ignorarlo, especialmente cuando empezó a dar vueltas en círculos como una especie de desquiciado.

―Vaya, miren lo que nos ha traído el viento.

La figura que Dhara había visto entre los árboles surgió como una especie de fantasma entre las sombras. Se trataba de un macho alto, fornido y vagamente familiar. A la niña le tomó unos cuantos segundos reconocerlo como Bhallys, el soldado que había estado en la reunión de esa tarde.

Una corte de espadas y coronas ― AzrielWhere stories live. Discover now