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Argentina llegó a casa tarde por la noche debido al trabajo, cansado y con ganas de solo llegar a la cama a dormir, a tirarse y quedarse totalmente dormido junto con su esposo. Apenas llegando a la habitación, abrió la puerta con cuidado ya que era ya la madrugada y no quería despertar a México. Sabía que el mexicano también había tenido una semana ocupada, así que no iba a interrumpir sus queridas horas de sueño.
Apenas entrando a la habitación, notó a México durmiendo en la cama con los tres bebés arriba suyo, durmiendo también. México los tenía rodeados con su brazo a los dos bebés, manteniendo el otro brazo alrededor de Mextina que dormía a su lado, acurrucado ahí con su padre y su peluche de solecito.
Al parecer habían estado jugando en la cama debido a los juguetes que ahí habían y los libritos para colorear junto con los colores y crayolas, de igual forma parecía que se habían divertido con su padre al ver que México tenía algunas calcomanías pegadas en sus brazos y marcas de plumones.
A pesar de estar dormido, México no dejaba de proteger a sus hijos, mantenía un agarre firme en los cuerpos de sus pequeños, evitando así que caigan de su cuerpo.
—México.—el menor llamó al estar más cerca de su esposo, moviendolo suavemente para que despierte. Luego de unos segundos de tratarlo, México despertó, viendo a Argentina con una leve sonrisa y todavía cansado.
—Ya llevaré a los niños a su cama, no te preocupes.—habló en susurro, levantándose con cuidado de la cama con los dos bebés en sus brazos. Le dió un beso en la mejilla a Argentina, yéndose a dejar a los pequeños a su habitación.
Argentina agarró a Mextina también en sus brazos, caminando a la habitación de su hijo para dejarlo en la camita. Llegando, lo acostó y arropó con las sábanas y los peluches que tenía alrededor. Se sentó en la cama de Mextina, suspirando cansado y viéndolo.
Sonrió pequeño, acariciandole el cabello, otorgando un suave beso en la frente a Mextina. —Buenas noches, pequeño.—susurró, yéndose de la habitación para irse a la suya, bostezando en el camino.
En la habitación, México estaba limpiando la cama y dejando todo en su lugar para hacerle espacio a Argentina. —vente, mi amor. Debes de estar muy cansado.
Se acercó a él, cargandolo en sus brazos junto con un beso en los labios. Argentina sonrió, amando el estar en los brazos de su esposo por unos momentos. Extrañaba eso, que lo cargue a la cama en sus brazos y así irse a la cama a dormir.
Por lo menos otra vez podría tener una noche tranquila, entre los brazos de su esposo y en una comida cama durmiendo en paz sabiendo que sus hijos estaban bien y que México estaba a su lado. Con eso podía dormir tranquilo.
