Lorelei siempre estuvo enamorada de Steven.
Steven siempre estuvo enamorado de Lorelei.
Lorelei espera casa verano para poder verlo.
Steven cuenta los días para volver a verla.
Lorelei sabe que podría ser el último verano todos juntos.
Steven es...
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LOS DIAS HABIAN PASADO y la nueva parejita se habían estado viendo a escondidas desde su encuentro en la playa.
No le habían contado a nadie, sin ninguna razón especial, solo disfrutaban tener su relación solo para los dos, aunque no habían confirmado nada. No eran novios pero tampoco eran solo amigos.
Ahora se encontraban haciendo el desayuno mientras se lanzaban miradas, Laurel que estaba a su lado estaba confundida por su comportamiento.
—¡Buenos días a todos!— saludo la cumpleañera en cuanto entro a la cocina.
—¡Feliz cumpleaños!— exclamo la mayoría al mismo tiempo.
Cuando Beck se alejo de ella Rory se acerco abrazarla, —Te ves hermosa, feliz cumpleaños Belly— la alago.
Después fue el turno de Jeremiah en felicitarla.
La castaña regreso a su puesto en la cocina e intercambio miradas con Conrad.
—Belly Button al fin envejece, ¡Feliz cumpleaños!— escucho hablar a Steven que se estaba comiendo el tocino.
—Gracias a todos— Belly no podía parar de sonreír.
—Vamos, felicítala— le susurro la de fleco al mayor.
—No voy a hacerlo— aseguro mientras seguía desayunando cereal.
—Tienes que hacerlo— le ordeno, —También tienes que darle el regalo.
—Cállate y come— agrego mientras le metía una cucharada de cereal a la boca.
—Amaras el mío— escucharon a Jere decir y supusieron que hablaba de los regalos.
Todos fueron a la sala y se sentaron en los diferentes sillones, por supuesto Steven y Rory estaban juntos.
Belly empezó a abrir el regalo de su madre, un libro de poemas, entre todos recitaron el poema que Susannah les había enseñado.
—Ahora abre el mío— la rubia le dio una cajita.
—Son hermosas. Gracias, Susannah— exclamo.
—Mi mamá me dio estas perlas en conjunto con aretes cuando cumplí 16, los aretes se los di a Rory en su cumpleaños— explico mientras se las ponía, —Se ve radiante, ¿no?
—Te quedan preciosas, cariño— le dijo su mamá.
—Ahora es mi turno— hablo Mónica pasándole una caja más grande que la anterior.
—Gracias, Moni, me encanto— le agradeció cuando vio lo que le esperaba adentro.
El regalo era un reloj que a chica le había gustado el verano pasado, rogo para que se lo compraran pero cuando volvió a la tienda ya estaba agotado, por suerte para ella la pelinegra supo donde encontrarlo.
