Capítulo 48

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Ansiedad

Aldemar


El próximo e inminente viaje a la ciudad de los rascacielos se convirtió en otro motivo de inseguridad para mí, sin embargo, evitaba comentar sobre aquello, pues entendía que Beth necesitaba tiempo con su familia y yo nunca seria piedra de tropiezo en su relación familiar. En cuanto a nuestras diferencias de opinión sobre si debíamos llevar nuestra relación al siguiente paso, Elizabeth y yo decidimos, después de varias discusiones, que dejaríamos fluir las cosas sin caer en presiones hacia ninguna dirección. Y desde que acordamos aquello ya no hubo más discusiones o peleas entre nosotros y, confieso que al no sentirme de alguna forma intimidado pensaba que pronto nos daríamos la oportunidad para dar ese siguiente paso, llegando a esperarlo con una mezcla de emoción y entusiasmo. 

Para mediados del mes de julio, disfrutamos de varias salidas en grupo al interior de la isla con los chicos del albergue y de nuestras propias escapadas. Sin embargo, por esos días hubo algo que vino a empañar un poco nuestra felicidad y fue el quebranto de salud de mi querida tía Mercedes.

Debido a mi condición, siempre pensé que sería yo el primero en morir y, por muy absurdo que fuera nunca tomé en cuenta la posibilidad de que algunos de los miembros de mi pequeña familia partiesen antes. La tarde que encontré a Mercedes inconsciente sobre el piso de la cocina, sentí que el mundo se me venía encima; sin embargo, supe que hacer sin perder el tiempo. Me encargué de la situación mientras mi tío no se movió ni un segundo del lado de su esposa.

—Tranquilo tío, bajaré a abrir el portón para que los paramédicos puedan subir —dije tratando de oírme seguro de lo que decía. Hernán parecía no escucharme y le palmeé el hombro— .Trata de calmarte, la tía te necesita fuerte —No esperé su respuesta y bajé las escaleras dejando a mi amada tía con el hombre que la amaba más que nadie.

Los minutos que pasé frente al portón abierto esperando la ambulancia me parecieron horas. Cuando llegó el ansiado vehículo, varios vecinos se arremolinaron frente a el, pendientes y llenos de curiosidad por lo que sucedía y no fueron pocos los que me preguntaron qué pasaba. Mi atención se encontraba en las escaleras y los paramédicos que cargaban la camilla donde yacía mi buena tía, todavía inconsciente y luciendo tan frágil. Hernán no perdió tiempo para subir a la ambulancia con su esposa, mientras que yo volví al apartamento a buscar las llaves del Toyota.

En este punto mi autocontrol se desvanecía y en mis prisas y distracción dejé caer el llavero al suelo, cuando me incliné para recuperarlas alguien más lo hizo por mí. Al enderezarme, me encontré a Limarie balanceando el juego de llaves entre sus dedos.

—No puedes manejar así de nervioso, yo lo haré—Dudé unos segundos en aceptar su oferta, pero lo que realmente quería era llegar al hospital para saber el estado de salud de mi tía y verdaderamente me sentía algo alterado. No tardamos mucho en llegar al centro hospitalario Sanjuanero, y pronto nos vimos sentados en sendas sillas en la sala de espera entre olor a desinfectante y alcohol, además del ambiente frío tan característico de esos lugares. Según lo que nos informó brevemente la recepcionista, Mercedes había recuperado la conciencia y era revisada por los médicos mientras mi tío se encontraba con ella.

Por primera vez en mi vida, sentí que podía enfermarme de preocupación y aborrecí el denso aire hospitalario. Bajé la cabeza y pasé los dedos de mis manos sobre mi cabello buscando relajarme un poco. Pude sentir sobre mi espalda el peso de una de las manos de Limarie.

—Tengo miedo, no sabría cómo vivir sin ella —dije, no hicieron falta más explicaciones.

—Estoy segura de que esto solo se quedará en un buen susto, Mercedes es fuerte —dijo ella con una seguridad que le envidié. Su rostro estaba iluminado con una sonrisa sincera a poca distancia del mío.

Amanecer junto a ti 🧡 En físico por Amazon 04/15/2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora