Itirus

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Sus piernas le daban todo su potencial para llegar lo más rápido posible a su ansiado destino. A pesar de tener sus ojos cubiertos con esa capa de párpados y telas negras, el punzante escalofrío le recorrió en su nuca como un balde de agua fría al presenciar con sus propios ojos la noticia de algo terrible. Y era de vida o muerte, Satoru había dejado todo tirado para evitar a toda costa ese caos antes de que fuera demasiado tarde. Aún estaba esa sensación tensa y muy pesada cuando lo vio, su alegre expresión se había endurecido, borrando su sonrisa bajo el silencio de su cuerpo pausado en el tiempo de su reacción. Era lo peor y necesitaba evitar ese maldecido destino. 

Pegó un freno con sus pies, deslizándose a la perfección sobre el pavimento. Su venda de colores negros ni siquiera se aflojó, Gojo giró sobre su eje para nuevamente acercarse con gran velocidad hacia sus tres alumnos que convivían bajo el agradable calor del sol primaveral. —¡YUJI-KUN!— el hechicero más poderoso gritó el apellido de uno de ellos, logrando que el adolescente de cabellos rosas levantara la cabeza como respuesta. Con una energía bestial, Gojo se le acercó, quebrando aquel espacio personal de su alumno y con suma desesperación le tomó de los hombros, escupiendole las siguientes palabras. —¡CIUS ESTÁ COQUETEANDO CON UNA CHICA!

"¿Eh?" La joven de pelo castaño y su compañero de cabello particular alzaron sus cejas ante el increíble y ridículo argumento que su maestro anunció.

Su puño destrozó el envase de plástico con una fuerza tal que todo su brazo se endureció, Itadori escupió la bebida hacia su profesor, sin importarle el hecho de poder empaparlo ya que su infinito estaba activo. Itadori y Gojo no perdieron más tiempo, una intensa carrera los llevó hacia su emergencia de alarmas rojas. Evitaban a cualquier transeúntes pasar, el profesor y alumno de hechicería corrían a la misma velocidad como locos sin control, olvidándose que sus otros dos compañeros habían quedado atrás en el olvido, comiendo polvo.

Aunque había muchas personas, Itadori pudo divisar los cabellos blancos de su querido algodón. Ni siquiera mostraba signos de sudor o cansancio, quería llegar a toda costa a rescatar a su albino de las garras del afecto femenino desconocido. Sus pasos estaban cada vez más cerca, pero la voz de su maestro lo desconcertó por encima de su carrera. Gojo dejó escapar un enorme suspiro, como si hubiera visto la cosa más espantosa jamás realizada, asustando al adolescente a su lado. —Esto es terrible. — comentó mientras aún corrían, levantando aún más la vista para ver mejor. — Cius le está mostrando su espadota en pleno público.

Itadori obtuvo un estado más pálido de lo normal, mientras que todo su cuerpo se erizaba de una manera muy cómica. Sin nisiquiera pensar, Itadori aumentó su velocidad dejando a su maestro a sus espaldas, y como un niño con berrinche, se acercó hasta quedar a solo metros de distancia. Itadori volvió a mirar a su objetivo y nuevamente palideció de la sorpresa cuando aquella desconocida chica le estaba acariciando la espadota con sumo placer. No puedo aguantar la impotencia, sin ninguna vergüenza pegó el grito de su vida sin importarle que la gente lo viera haciendo el ridículo. Tenía que quitarle las garras de encima de su algodoncito. —¡OTONAMI-CHAAAN! — Gritó, alargando la "a" al final.

Su agudo y raspado tono lograron el cometido de llamar la atención de su albino, sus brazos serpenteaban de manera brusca al igual que sus piernas, creando un camino de polvo por su desordenado y acelerado andar. Itadori gritó su nombre, impactando en contra su cuerpo mientras que a su vez lo envolvía con sus brazos en una desesperación total. —¿Itadori? — Cius frenó el peso extra de su compañero, extrañado por el repentino comportamiento.

—¡Me dijiste que nadie tocaba tu más íntimo tesoro! ¡¿Acaso me mentiste?! Pensé que éramos como almas destinadas a estar juntas por el resto de nuestras vidas. Tú me dijiste que yo era lo mejor que te ha pasado y que nunca me dejarías. ¿¡también fue mentira!? — sus manos apretaban el uniforme de Otonami con mucha desesperación y apego, temblando por el miedo creciente. — ¡¿No dijiste que me amabas?! ¡porque yo siempre lo he hecho! 

Itirus Shorts... Y SukiusWhere stories live. Discover now