Sukius

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Un destello cegó sus pensamientos endebles. Iluminando la oscuridad que sus ojos no dejaban de consumir. El despertar de su cuerpo en si era tardío, una mescla de debilidad y reacción. No respondía, su circulación era calmada, todo su cuerpo estaba normal, pero completamente sumido ante el sueño de ese poderoso desmayo. Sus cabellos se esparcían sobre las aguas cristalinas, brillando con suavidad gracias a un hermoso reflejo. Parecía un ángel de plata, blanco como las estrellas, un rayo descansando sobre las profundidades del abismo, pero no le afectaba, su aspecto sereno y divino opacaba el lugar infernal que lo tenía resguardando su alma.

Un ser de luz, una divinidad al borde de la extinción. Eso era lo que la historia contaba. En su sangre corría la gran bendición de los mismos dioses antiguos, pero que a su vez era una maldición que controlaba su propia voluntad. Una especie única, pero que a lo largo de los años ya no quedaba nada de luz.

Las aguas puras temblaban ante su presencia, el sonido tintineante provocaba ecos por cada paso, acercando su ser hacia la divinidad que descansaba tan plácidamente. No habian ruidos, el silencio gozaba y sus respiraciónes era la mejor melodía que podía tener. El infierno quedaba complacido con tan bello recuerdo que decoraba sus deseos. No dijo nada. Con una delicadeza sostuvo su más grande tesoro, acercando su maravilloso ser a su grotesco aspecto. Sus tatuajes se opacaban con el resaltante atractivo de el albino en sus brazos. Dos almas que pertenecían a mundos diferentes, pero fueron encadenados por la maldición llamada amor.

Estaba loco, no le importaba a nadie, ninguna vida era más que miseria inexistente para él, pero todos sus interés eran llevados por la persona que cargaba en sus brazos. Obsesionado, deseoso, enfermo. El orgullo que poseia su apellido flaqueaba cuando aquella voz tan dulce le llamaba entre las noches tan íntimas que su memoria podía refrescar. Como si hubiera pasado hace días, su mente tan grotesca recordaba a la perfección aquellos gestos que lograban el apice de sus caprichos tan íntimos. Suspiró, cansado, pero a su vez hipnotizado por el pasado que hasta el día de hoy los unia gracias a él.

"Aunque no me recuerdes ahora, seguirás encadenado a mi."

Lo apegaba a su cuerpo de manera protectora, sus gestos eran tan dóciles cuando se trataba de él, Sukuna trasladaba su humanidad sobre la persona en sus brazos, obedeciendo las tontas leyes y procurando de no lastimar, era increíble, aunque se muriera de ganas por derramar sangre ajena, la existencia del joven en sus brazos frenaba todos esas acciones impuras. Era un caos total en su mente, sentimientos que repudiaba con tal pesar, pero que a su vez lo dominaban por completo.

Era un tonto, un idiota que se le había cruzado en su camino y ahora pagaba las consecuencias de esa poderosa maldición.

Ja, el rey de las maldiciones siendo maldecido, que irónico.

Los kimonos que cubrían sus cuerpos cayeron, despojando aquellas telas que los separaba. Sus talones se empaparon y su piel comenzaba a quemar ante la leve temperatura que las aguas que ahora cubría la mitad de su cuerpo. Sukuna dejó escapar un suspiro grave al sentir el agradable calor de las aguas termales, gustoso, su semblante estaba radiante y aún más con su albino en brazos.

Lo sostenía firme, dejaba que su cabeza descansara en su hombro. Quería hacer esto desde que lo encontró nuevamente, tenerlo en sus brazos, restándole la importancia al podrido mundo que los condenó y cerrar esas heridas tan profundas que sus pasados les dejó. Sukuna parecía sentirse en el cielo, algo hipócrita de su parte. Dejó descansar su nuca sobre el respaldo de cráneos, levantando la cabeza y sin darse cuenta, sonrió, sintiendo una pequeña pizca de victoria, una sensación de haberse salido con la suya, con tan solo realizarlo, su grotezca apariencia reía enloquecido por haberse quedado con Otonami después de todo.

Itirus Shorts... Y SukiusWhere stories live. Discover now