De hechizos y amaneceres

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—Así no —Hermione puso los ojos en blanco y repitió el movimiento de la varita — Así.

—Mi movimiento es perfecto Granger — espetó Draco ofendido —ese no es el problema, es ese estúpido hechizo —miró la punta de su varita con enfado, como si con una mirada ofendida pudiera hacer que saliera de allí un patronus corpóreo.

—Tu pensamiento alegre no es lo suficientemente fuerte Malfoy — dijo ella sacudiendo la cabeza —nunca podrás conjurar un patronus completo si no consigues que la felicidad de ese pensamiento inunde todo de ti. Necesitas algo poderoso de verdad.

Él la miró con intensidad, del mismo modo que había mirado la punta de su varita y Hermione casi sonrío. Casi.

—¿Qué pensamiento estás usando?

Él se envaró y giró la cabeza, aunque siguió mirándola de soslayo.

—Eso no es de tu incumbencia, Granger

¿Por qué iba a compartir esas cosas con ella? ¿Cómo se le ocurría hacerle semejante pregunta? Aquello era algo personal.

Se cruzó de brazos en un gesto que a Hermione le recordó el de un niño enfadado y sus recuerdos viajaron a Ron, quien a veces podía comportarse también como un niño. Parpadeó para expulsar aquel acceso de tristeza y restó importancia a las palabras de Malfoy con un gesto de su mano.

—Está bien, hagámoslo de nuevo.

—Un vuelo en escoba —murmuró Malfoy que se había dado la vuelta y ya no la miraba —mi pensamiento es volar en escoba.

Se quedaron en silencio durante un rato, Draco dándose de patadas mentales por estar hablando de algo que ciertamente a ella no le importaba y Hermione con miedo a decir algo que le hiciera callar.

—Volar hace que me sienta... libre — Hermione vio cómo su mano se apretaba en torno a la varita y su espalda se tensaba más aun — allí soy solo... Draco. No existe el honor, el apellido, la responsabilidad. No existe nada más que el momento. Eso me hace... feliz, creo.

La bruja quiso llorar al escucharle. Le recordaba tantísimo a Harry... sabía que decirlo en voz alta sería un error y que a ninguno de los dos les haría mucha gracia si supieran lo que pasaba por su cabeza en aquel momento, pero la realidad era que Harry también había pensado en volar cuando el profesor Lupin quiso enseñarle a conjurar su primer patronus. La vida de Harry había sido estéril, carente de amor, de amistad o de alegría hasta que llegó a Hogwarts. ¿Cómo había sido la vida de Malfoy? Harry había encontrado en el colegio una familia, quizás no de sangre, pero una familia al fin y al cabo. Ron y ella le querían como se quiere a un hermano y ambos darían la vida por él si hacía falta. Había encontrado a Sirius, a Dumbledore, a Ginny, al ED, a la Orden... ¿Qué tenía Malfoy? Los Slytherin, a diferencia de los Gryffindor, no eran conocidos por su fraternidad o su unión, eran magos mucho más independientes, no creaban lazos de de hermandad, generalmente al menos. Sabía que no todas las serpientes eran malas y tenía conocimiento de que no todos los Gryffindor eran leales, no obstante él siempre había estado parapetado entre Crabbe y Goyle y rodeado de un séquito que más bien parecía permanecer junto a él por su apellido y no por su persona. Pero ¿Tenía Malfoy esos vínculos que creaban la diferencia entre vivir y sobrevivir? ¿Acaso no conservaba recuerdos lo bastante poderosos cómo para que la felicidad fuera plena y luminosa? Era algo tan triste...

—Deberías probar otro recuerdo —murmuró con delicadeza, algo le decía que en aquel instante Malfoy era vulnerable y no quería herirlo, Merlín sabría por qué.

—No los hay —dijo volviéndose a mirarla con aquellos ojos argénteos que parecían intentar ver su misma alma.

Hermione tragó saliva y se preguntó si sería tan buen legeremante como oclumante. Él sonrió sin humor, casi como si hubiera escuchado los pensamientos de la bruja.

El precio de la redenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora