Refugios

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Dracó miró por la ventana al escuchar el susurro del golpeteo constante de las gotas en el cristal. Estaba lloviendo y el cielo parecía pintado con trazas de un intenso azul, desdibujado por matices de gris que coloreaban las nubes. Es curioso, pensó, como la vida parecía pasar de pronto por su mente, personas, momentos especiales, ordinarios... Recuerdos de los que ya no estaban, de la gente que se perdió por el camino, vidas cortadas por las tijeras de las Moiras. ¿Sería finalmente Granger una de esas personas que ya no estarían cuando aquellos minutos pasaran?

Draco maldijo una vez más, estaba harto de aquellos sentimientos encontrados y miró el reloj ¿Desde cuándo unos minutos podían durar una eternidad?

Miró a su lado, Lunática parecía estar tan nerviosa como él, ambos se habían quedado allí, bajo la lluvia, en el mismo lugar exacto en el que Dobby los había dejado, esperando....Cerró los ojos sin poder evitar pensar que en los últimos tiempos estaba convirtiéndose en un completo idiota, con tanto sentimentalismo de mierda y tanta estupidez propia de los exaltados leones iban a terminar expulsándole de Slytherin pero, cuando los abrió de nuevo y dejó de llover, contempló como un tímido rayo de sol asomaba entre las nubes y pese a lo que se estaba diciendo así mismo un instante antes, irremediablemente pensó que quizás siempre quedaba algo de esperanza, incluso cuando la oscuridad se cernía sobre todos ellos. Quizás Potter fuera realmente el Elegido y quizás pudieran terminar con todo aquello sin morir en el intento.

Se frotó la cara con las manos.

— No te preocupes Draco Malfoy — dijo la chica rara mirándole de pronto con aquellos ojos que parecían estar viendo su misma alma —todo saldrá bien. No sabía que eras amigo de Harry —añadió con una voz infantil y algo abstraida.

Draco se atraganto y tosió ¿Amigo de Potter? ¡Demonios! Con razón la llamaban lunática. ¿Qué diablos le hacía pensar a aquella chiflada que era amigo de cara rajada? Si no estuviera ahogándose se habría podido reir abiertamente.

Ella le golpeó la espalda con más fuerza de la que cabría esperar

—¿Te has tragado un torposoplo? —preguntó con candidez —parece que últimamente están muy revoltosos ¿Sabes?

—¿Un qué? —dijo parpadeando y apartándose de aquella mano que parecía intentar romperle los omóplatos.

—Torposoplos —ratificó ella —vuelan al rededor de tu cabeza y te embotan el cerebro —le miró fijamente —pero normalmente se meten por los oídos, nunca oí que te pudieras tragar uno.

Draco la miró estupefacto. Se planteó la posibilidad de que le estuviera vacilando pero parecía demasiado seria para estar gastándole una broma. Hablaba con total rotundidad sobre torsopolos o torlosoplos o su reverendísima madre. ¿De dónde por Salazar había salido aquella chica? Se rascó la nuca y decidió que lo mejor era obviar aquella conversación y hacer como que no había ocurrido porque, total ¿Qué le iba a decir?

De todos modos no habría tenido tiempo de hablar porque en ese instante apareció el pequeño elfo con el trío dorado y todo fue un caos.

Draco corrió hacia Granger completamente cegado a todo lo demás y la agarró de los hombros mirándola con fijeza y sacudiéndola levemente.

Sentía una necesidad visceral de abrazarla, de fundirse con ella y sentirla, de besarla hasta creerse que de verdad estaba ahí, que su tía no la había matado en su propia casa. Quería empujarla hacia su pecho e inhalar aquel aroma a violetas hasta saturar sus sentidos, quería olvidar aquellos gritos que aún oía con total nitidez, quería calmar aquella sensación desconocida que sentía en el pecho y que amenazaba con ahogarle.

El precio de la redenciónWhere stories live. Discover now