Capítulo 2

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Camelia.*

Mi cuerpo estaba algo helado, de manera involuntaria me abracé a mi misma, buscando el calor que me faltaba, la calefacción cada vez es peor.
Abrí poco a poco los ojos, despertando, mi ceño se frunció de inmediato al ver la puerta, aquella que no es la de mi habitación. Sin cuidado alguno y dejando de lado el frío me incorpore un poco, observando todo a mi alrededor, dándome cuenta que no es mi habitación, por ende no es mi casa.
Me quedé analizando un poco, queriendo recordar el que hago ahí, junto a lo más importante: ¿Cómo llegué a ese lugar y que fue lo que pasó?
Estuve tratando de recordar, pero todo estaba tan confuso, subí mi mano a mi cabeza, me siento mareada, cómo si mi cuerpo estuviera adormecido.
Me recosté en la cama y me cubrí hasta la cabeza, quedando abajo de la cobija. Debe haber una explicación del porque estoy aquí.
Recuerdo que saliendo de la escuela estaba nevando, se sentía muy frío y el cielo estaba muy nublado, aún así caminé hasta la estación. Relajé el ceño, ya que no recuerdo más, solo el haber llegado ahí.
Mis ojos se abrieron y me quedé paralizada al escuchar pasos cerca de la puerta, ¿Hay alguien más aquí?
Apreté los labios y cerré con fuerza los ojos al captar que tocaban la manija de la puerta. El crujir de la puerta me hizo temblar de miedo, ni siquiera recordaba el frío, solo podía sentir que cada parte de mi cuerpo estaba aterrada.
Poco a poco retiraron la manta, en esos segundos me relajé, intentando fingir estar dormida.
La luz golpeó mi rostro, aún así, me mantuve quieta, cómo si de una estatua se tratará. Estuve así por unos minutos, aquellos que se hacían eternos y eran acompañados por un silencio impresionante, era tanto que creía que se había marchado, pero mi cuerpo se tenso por completo al escuchar su ronca voz.

— Sé que estás despierta. — Dijo en un tono grave, pero no se escuchaba molesto o demandante, sino que tranquilo.

Apreté los ojos por instinto, esperando a que me empujará y obligará a abrir los ojos, pero no, podía sentir que solo estaba delante de mí.
Tomé el valor necesario y poco a poco abrí los ojos, no pude enfocar de inmediato, pero cuando lo hice levanté la mirada, cruzando con la suya.
Al ver su cara de inmediato recordé lo que había pasado cuando entré a la estación.

La tarde anterior.*

Podía sentir que mis manos se iban a congelar, sin mencionar que estaba muy molesta con Zulema por no llamarme, sabe bien que no se pueden usar los teléfonos en clases, no vería su mensaje.
Bajé las escaleras hasta llegar a la estación, miré a los lados, dándome cuenta que ninguna línea a llegado aún. Estaba por sentarme cuando ví a un hombre parado a unos metros de mí. Se encontraba de espalda y al parecer intentaba comprender el mapa del recorrido. Me encogí en los hombros esperando, necesito volver a casa pronto, está haciendo mucho frío.
Me distraje por unos minutos, hasta que sentí a alguien cerca de mí. Giré la cabeza, chocando con la mirada verdosa y penetrante de ese hombre que había visto antes. Lo examiné, es bastante alto y ancho, fácilmente podría acabar conmigo, eso me hizo sentir nerviosa.
Bajé mi vista a su lado, notando una maleta verde militar, fruncí el ceño, ¿Será un soldado que viene a buscar a su familia?

— ¿Me escuchas o eres sorda? — Preguntó, su voz es ronca, así mismo su pregunta fue tosca.

— Eh. — Fue lo único que salió de mis labios, ya que me ha tomado por sorpresa.

Alzó una ceja y se colocó aún más firme, viéndose más imponente.

— ¿Sabes que línea de metro se dirige al sur? — Cuestionó en tono molesto.

Salí del trance y moví un poco mi cabeza, dándole una afirmación.

— La línea ocho, es la última. Pasa a las ocho. — Contesté, intentando que mi voz no saliera cortada.

Bajo La Nieve.Onde histórias criam vida. Descubra agora