Capítulo 4

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Camelia.*

Camino por la habitación, buscando una manera de escapar, es difícil ya que el lugar está bien asegurado.
Entré al baño, es pequeño, bonito y está muy limpio y acomodado.
De hecho me he percatado que todo en la casa está muy limpio y acomodado, quizás así los hacen en el ejército. La ventana del baño es pequeña, también se ve asegurada y tiene una cortina, también me di cuenta que hay calefacción, al estar pequeño se logra que este calentito.
Puse una de las toallas en el suelo y me senté ahí, me abracé a mi misma pensando en que voy hacer una vez que él regrese.
Busqué la manera de salir pero no lo logré, la ventana está asegurada, quizás tuvo tiempo para planear esto, pero, ¿por qué a mí?, no lo había visto jamás, no tengo ni la más mínima idea de quien sea.
He estado buscando en cada rincón de mi mente, pero no logro recordar su rostro.
En el tiempo que llevo aquí solo le doy vuelta y vuelta a las cosas, sigo pensando en mi familia, así mismo en las cosas que dijo, ¿será que les hizo algo?, ¿estaremos en la misma ciudad?, ¿estado?, ¿país?, aunque creo que para eso necesita documentación... Pero es un militar.
Moví mi cabeza de un lado a otro, debo dejar de torturarme, suficiente con lo que él me está haciendo.
Toqué mi mejilla, no puedo verme pero estoy segura de que esta roja y quizás un poco hinchada. La tarde que lo vi por primera vez parecía un hombre tan firme e importante, implicaba hasta respeto, ahora solo me hace sentir aterrada.
Me recargue en la pared un poco, sintiendo algo de frío, me abracé aún más y me acurruque cerrando los ojos.

No sé cuánto tiempo me dormí, solo que desperté al escuchar un fuerte portazo y como el aire de esa acción me golpeó en el rostro.
Sin darme cuenta lo tenia frente a mi sosteniendo mi rostro.

— ¿Qué haces aquí?, ¿por qué no respondes?, te estoy llamando y buscando como un demente. — Dijo desesperado.

Frunci el ceño y justo iba a decirle sus verdades cuando me abrazó a su cuerpo dejándome rígida.

— Pensé que algo te había pasado, estaba muy asustado. Hace frío, no deberías estar en el suelo. — Dijo dejando de abrazarme y colocando sus manos en mis hombros.

Los acarició con delicadeza, logrando que me sienta incomoda ya que su vista está en mi pecho. Subí mis brazos, abrazándome, aunque en realidad me cubro, no tengo un pecho grande, pero tampoco pequeño, no quiero que me vea y sienta necesidad de hacerme más daño de que ya me está haciendo.
Aclaro su garganta y me soltó, se levantó y desvió su rostro.

— Lo siento, es solo que eres muy linda. Tanto física como sentimentalmente. No puedo evitar mirar tu cuerpo, aun así lamento hacerte sentir incomoda. — Dijo viéndose avergonzado.

¿Qué?, Es impresionante la forma en la que cambia su semblante, hace poco estaba enojado.

— Quiero que sepas que no te tocaré hasta que seas mi esposa. Te respeto, no quisiera quitarte tu pureza solo así... Serás mía por completo el día que cumplas dieciocho. — Dijo sonriéndome y estirando su mano a mi dirección.

No tengo ni la más mínima idea de que decir. Todo pasa tan rápido, dice las cosas como si fuera lo más normal del mundo y eso logra causarme aun más preocupación ya que me confirma que no solo lo piensa, sino que esta seguro de que va hacer de esa forma.
No tomé su mano, eso hizo que soltara un suspiro y se acercara más a mi.

— Agarra mi mano. — Ordenó fuerte.

No le hice caso, solo me le quedé mirando, esperando a que se canse y se vaya. Apretó la mandíbula y bajo su mano.

— Sabes una de las cosas que se aprenden en el ejército es saber seguir órdenes de un superior. Normalmente cuando recién llegamos somos rebeldes y no seguimos reglas, creyendo que nos van a tratar como en nuestras casas. — Explicó tranquilo colocándose en cuclillas frente a mí. — Pero una vez que te das cuenta no será así, sigues ordenes o aguantas los castigos. — Indicó sin dejar de verme a los ojos.

Bajo La Nieve.Where stories live. Discover now