Capítulo 3

292 29 9
                                    

Camelia.*

La puerta se abrió, así que rápido levanté la mirada, viendolo.
Está en silencio, sus ojos son muy profundos y su rostro no tiene expresión, como si fuera una persona sin sentimientos.

— Ven. — Ordenó, mostrándose imponente.

Solo me quedé en silencio, sin moverme, solo lo seguí mirando, esperando a que hiciera algo más o se fuera de la habitación.
Se acercó a poco a poco, no podía moverme, de inmediato sentí parálisis debido al miedo.
Al tenerlo frente a mí no pude evitar cerrar los ojos con fuerza y agachar un poco la cabeza, esperando un golpe.
Escuché el sonido de un metal, eso me hizo abrir los ojos. Lo observé, queriendo saber que sucedió, solo está frente a mí, solo que ahora no se ve tan intimidante.
Fruncí el ceño al sentir algo en mi muñeca, baje la vista, dándome cuenta que tengo puesta una esposa, la cadena es algo larga y la otra mitad está colocada en su muñeca.

— Iremos a desayunar. — Avisó sacándome de mis pensamientos.

— ¿Saldremos? — Pregunté sintiendo una inmensa felicidad.

Una vez más su rostro mostró enojo y solo comenzó a caminar obligando que vaya junto a él.
Salimos de la habitación, giró a la izquierda y se fue por el pasillo, capte tres puertas más, después bajó las escaleras, dejando ver el primer piso, todo es rústico y de madera, se ve muy lindo. Cruzamos la sala de estar hasta otra habitación, entramos a la cocina.

— Siéntate. — Ordenó deteniéndose junto al comedor pequeño que hay en medio de la cocina.

Sin decir más solo lo hice, tengo que admitir que sentí decepción al saber que no íbamos a salir, sino que nos quedaríamos ahí para comer.
No sé cuantos minutos me quedé ahí, mirando el salero frente a mí, solo que de un momento a otro colocó un plato frente a mí.
Había pancakes con fruta arriba, a su lado colocó una taza de chocolate caliente.

— Espero que te guste. — Dijo sentándose frente a mí.

Ni siquiera me había dado cuenta que también había servido su comida, solo que él tiene en su plato huevos revueltos, pan con mantequilla y una taza de café.

— Se enfría. — Recordó señalando el plato.

Observé mi plato un par de segundos, ¿Por qué tanta insistencia en la comida?, ¿A caso le puso algo?, ¿Quiere drogarme y matarme?, ¿A qué horas pedirá el rescate?, ¿Qué tan lejos estaré de mi familia?, ¿Me estarán buscando?, Son tantas preguntas y ninguna tiene respuesta.

— ¿No te gusta? — Preguntó.

— ¿Cuando pedirá mi rescate? — Murmuré sin mirarlo.

— Creí haberte dicho que está era tu casa ahora, No necesito dinero, ni nada que puedan ofrecerme. — Dijo dejando de comer y viéndome directo a los ojos.

Me quedé en silencio sin saber que decirle. Siento impotencia al no saber que va hacerme.

— ¿Quiere asesinarme?, Le juro que no le he hecho nada a nadie. — Dije sintiendo desesperación.

Soltó un largo suspiro, parecía que no podía creer lo que había salido de mis labios.
Nos quedamos mirando un momento, hasta que dejó los cubiertos sobre la mesa e hizo la cabeza a un lado.

— Siéntate. — Pidió mirándome.

— No. — Respondí de inmediato, ni siquiera lo había procesado, solo salió de mis labios. — No voy hacer lo que diga, usted hará lo que yo diga, déjeme ir, sino lo hace...

No logré terminar, me quedé en completo silencio al ver qué se levantó de golpe y se puso frente a mí de manera amenazadora.

— ¿Qué vas hacer sino lo hago?, ¿Crees que puedes salir de aquí?, ¿De verdad piensas que te puedes ir?, ¿A dónde irás?, Nadie te espera en casa. — Dijo sonando amenazante.

Bajo La Nieve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora