Capítulo 54

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Cedrick

Nada es lo mismo con el paso del tiempo. Los paisajes cambian, las personas, el clima. Podría estar en el mismo lugar y ese sería tan diferente cada vez que pusiera un pie en el, dependiendo el tiempo.

Las personas también cambiaban, sus experiencias lo hacían por ellas. Por eso mismo tenía que ser cuidadoso en los viajes en el tiempo si quería ver a alguien en específico, exceptuando a mi hermana Alyandra que por su predisposición de ver el futuro sabía lo problemático que podía ser al presentarme en su vida sin aviso.

A veces anhelaba encontrar a alguien que entendiera la magnitud de ello. Sin embargo sabía que no era posible.

Me senté en el césped y me recargué contra un árbol cerrando los ojos, sinceramente no sabía en que año me había mandado mi necesidad de estar solo. Solo quería respirar un momento de todo.

El esfuerzo había valido la pena y yo gané finalmente el entrenamiento para conseguir la corona. Por alguna razón no me sentía satisfecho. Nunca lo estaba.

¿Cuál era el límite del poder? Podía manejar la magia y el agua a mi conveniencia, podía hacerme cargo de cualquier raza y nadie podía hacerme frente de manera individual, solo el rey en conjunto con la reina de las hadas podían derrotarme ahora, pero mi fuerza solo aumentaría y llegaría el momento en que no existiría nadie. El mundo podría ser moldeado a mi beneficio de la manera en que yo quisiera. Nadie podría resistirse a mi voluntad.

¿Eso sería suficiente para satisfacer mis deseos?

¿Eso era suficiente para mi padre?

Estaba aburrido.

Incliné mi cabeza para ver las estrellas, pero en vez de eso vi un par de ojos rojos devolverme la mirada. Me puse de pie de inmediato y retrocedí, había alguien en la rama de un árbol, la figura era pequeña, pero la luz que emanaba de sus ojos era muy notorio.

¿Cómo es que no me había dado cuenta? Yo siempre notaba a quien fuera a kilómetros de distancia, tampoco había percibido su olor. Ni sus pensamientos.

- ¿Quién eres? - Pregunté.

Siguió observándome sin contestar. Resoplé.

- Si no piensas presentarte, entonces vete.- Dije.

- Yo llegué primero.- Era una voz femenina y suave, pero firme. Al menos sabía que era una chica, pero no podía ver bien su apariencia por la forma en que se ocultaba.

- Baja.- Ordené.

Sus labios se torcieron en una sutil sonrisa.

- ¿Sabes? Podrías pedirlo por favor.- Dijo.

- Si no obedeces, puedo obligarte.- Contesté.

Se rio.

- ¿Eso es lo que haces habitualmente? ¿Ordenar y si no funciona obligar? - Sacudió la cabeza.- Eso es malo. Alguien debería enseñarte modales.

- ¿Y me los vas a enseñar tú? -Me burlé.- Baja entonces. -Me comenzaba a impacientar. Comencé a colocar un pentagrama debajo de su posición humedeciendo la tierra y trazándola con la fuerza del agua.- ¿O tienes miedo?

- Eres muy arrogante.- La escuche decir en voz más baja.

No tenía porque fingir ser buena persona frente a una desconocida que me provocaba abiertamente. ¿Arrogante? Podía derrotar a quien fuera y ella, ella solo sería un juguete roto al final. Accioné el hechizo preparándome para verla caer. Sin embargo, por primera vez en toda mi vida vi como ella saltó justó en el momento en que se accionaba el hechizo y aterrizaba varios metros detrás de mi, me di la vuelta por fin viéndola abiertamente.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora