Capítulo 94

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Media hora había pasado desde el comienzo de mi ataque de ansiedad y aún no lo controlaba. Lo sabía gracias gracias que Draco llevaba tiempo gritándome que tenía que controlarlo. Lo intentaba pero no podía, éste era el ataque de pánico más duradero que había tenido y por mucho.

Respira, vamos, tu puedes. Inhala. Exhala

Necesitaba tranquilizarme urgentemente. Mi vista era borrosa y me costaba concentrarme en lo que estaba a mi alrededor. Había momentos en los que lograba captar parte de lo que me decía Draco mientras que otras simplemente oía ruidos que no lograba comprender.

Respira, por Dios.

Tenía que calmarme. Quería que Voldemort cayera pero lo que más quería era verlo con mis propios ojos. Tanto tiempo esperando ese momento, necesitaba verlo caer.

Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Vamos, eso es, lo estás consiguiendo, sigue así, tu puedes.

Mis respiraciones empezaron a ser más lentas y podía sentir el aire penetrando mis pulmones. Dios que bien se sentía volver a tener ese control sobre mí. Estaba acostada en el suelo y a mi lado se encontraba Draco, casi transparente. Su cara expresaba preocupación pura por lo que me incorporé y lo abracé débilmente. Tardó en reaccionar pero de igual forma me devolvió el abrazo.
-Joder Olivia, no sabes lo mucho que me asustaste- murmuró
-Lo siento- susurré
-¿Cómo estás?- preguntó separándose del abrazo
-No muy bien pero definitivamente mejor que antes- afirmé soltando una risita
-Si te hubiera pasado algo juro que me moría- confesó

¡Awwwwww mi amor! ¡Qué lindo! De verdad no podía creer lo afortunada que me sentía en ese momento de haber conseguido a tremendo hombre, bueno en ese momento y siempre para ser sincera.
-Y también hubiera ido a matar a Zabini- añadió enfadado
Me estremecí al escucharlo
-¿Tú crees que el realmente habría hecho todo eso que dijo?- pregunté en voz baja
-Desearía decirte que no pero la realidad es que sí, si hubiera tenido oportunidad te habría hecho todo eso que te dijo- respondió
-Gracias- dije segundos después 
-¿Por?- preguntó
-¿Bueno pero tú eres tonto o te haces?- pregunté al escuchar su pregunta -Me salvaste de morir a manos de ese imbécil, está clarísimo el motivo-
-Oh- exclamó -No me agradezcas princesa, sabes que te adoro con locura-
-Yo igual te adoro- susurré sonriendo

Puso una de sus manos en mi rostro, acariciándome la mejilla con el pulgar mientras iba tirando de ella con suavidad hasta que nuestros labios se juntaron. Tardé en reaccionar pero al hacerlo levanté una de mis manos y la coloqué en su nuca y empecé a mover los labios suavemente.

No le di mucho tiempo al beso ya que me separé de él y le dirigí una pequeña sonrisa, a la cual Draco respondió con una mueca de confusión.
-¿Qué pasó?- preguntó
-Me tengo que ir- dije -Me gustaría seguir besándonos aquí pero tengo cosas que hacer-
-Rayos yo también- masculló al darse cuenta
-Te quiero- añadí
-Yo igual-
-Adiós-
-Chao-

Salí corriendo de ahí preguntándome en donde estarían mis amigos y si realmente habían conseguido la diadema o todo había sido en vano. Cuando di la vuelta al pasillo que quedaba frente a la entrada a la Sala de los Menesteres supuse que lo habían conseguido ya que del interior brotaban llamas y más llamas. El corredor estaba lleno de humo por lo que para evitar más problemas seguí mi camino hasta llegar a unas escaleras. Sin pensarlo me monté en ellas mientras estas se movían lentamente hacia otro extremo del piso superior. Rápidamente subí los peldaños que me faltaban y al cabo de unos segundos la escalera paró, dándome la oportunidad de bajarme y seguir con mi camino.

Avancé cuidadosamente, cual ladrón en medio de policías y revisé mis alrededores. Al parecer no había nadie por lo que empecé a caminar más rápido. Ningún sonido salía de ahí, todo lo que alcanzaba a escuchar venía de pisos inferiores así que supuse que los mortífagos aún no habían llegado a esta parte del castillo. Seguí caminando, o más bien corriendo como loca por el pasillo hasta que encontré otras escaleras y volví a bajar, solamente que en lugar de dirigirme hacia el piso de abajo tomé otras que me mandaron dos pisos más abajo.

Desde donde me encontraba en ese momento podía escuchar perfectamente los ruidos de la batalla porque estaba dentro de ella. Al girarme me encontré con muchos mortífagos que al verme empezaron a lanzar maldiciones y  hechizos a diestra y siniestra, los cuales esquivé exitosamente. Como no paraban decidí empezar a lanzar hechizos yo también, pero a diferencia de los mortífagos yo si tenía puntería y les daba con mucha facilidad. Me divertí un rato jugando a esquivar lo que ellos mandaban y respondía con algún hechizo que me causaba gracia como el Rictumsempra, el cual utilicé en Augustus Rookwood, quien no dejaba de reírse a carcajadas, el Confundus que le lancé a Amycus Carrow que ahora atacaba a su hermano, Alecto, quien se veía confundido. También usé Engorgio en Mcnair, al cual se le empezó a inchar la cabeza hasta el punto de parecer una gran pelota. No pude evitar reírme al ejecutar cada uno de estos hechizos, pero sabía que debía mantenerme seria, digo, a veces iba bien hacer uno que otro chiste pero ese no era el momento adecuado. De todos modos me permití alguno que otro chistecito en medio de mi pelea con Bellatrix Lestrange, la cual reía frenéticamente como la loca desquiciada que era. 

De repente se me unieron también Ginny, Luna y Hermione, las cuales fueron de gran ayuda ya que aparte de que me estaba empezando a aburrir, la loca contra la que peleaba cada vez se volvía más fuerte y sentía que en cualquier momento acabaría conmigo de la misma manera en que podría acabar con una hormiga. 

Fue entonces cuando en medio de esa lucha contra Bellatrix Lestrange, alias la perra loca una maldición asesina salió disparada de su varita, que no impactó en el rostro de Ginny por un par de centímetros. Y justo como si la hubieran invocado la Señora Weasley, empoderada y fúrica se hizo paso entre nosotras para plantarle cara a Bellatrix y empezaron a luchar casi al instante. La madre de los Weasleys irradiaba furia mientras que su oponente, a la cual ya mencioné alrededor de cincuenta veces en lo que lleva de capítulo emanaba locura y demencia, cosas que la caracterizaban. 
-¡CON MI HIJA NO PERRA!- gritó ella después de como un minuto de pelea entre ellas

Dicho esto pronunció Avada Kedavra y acabó así con la vida de la temible Bellatrix Lestrange, aquella que tanto daño había causado a muchos inocentes y que al fin había obtenido su maldito merecido.

Lo que nadie nos contóWhere stories live. Discover now