Epílogo

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—Campeón— sonreí al verlo balancear sus piernas en el taburete mientras desayunaba y bufé al ver el gato de mi chica en la mesa. ¡Odiaba ese gato! Desde el principio, siempre le dejé claro a Charlotte que odiaba los gatos, incluso llegué a inventarme que era alérgico, pero nunca me hizo caso ni me tomó enserio. Mi chica había sido muy clara que el gato se quedaba y que iría siempre primero porque para ella era muy especial. Lo tenía desde que era pequeña, luego cuando nuestro campeón llegó se volvieron muy unidos y desde entonces sus bebés y ella vivían con nosotros. Cada día me preguntaba cuanto más iba a vivir esa maldita gata. ¿No que se supone que los gastos duran doce años? Joder, siento que lleva una eternidad con nosotros y cada vez que la llevábamos al veterinario decía que estaba en perfecto estado y hace poco tuvo tres bebés que ahora viven aquí. Toda mi maldita casa está llena de pelos y de olor a gatos; aunque debía admitir que se portaban bien. Pero los odiaba; prefería mil veces mi bulldog. —Bájate fea—le dije a la gata que ronroneó ignorándome mientras se acomodaba al lado de mi campeón. Maldita gata; tenía el mismo humor y la actitud de mi chica y nunca me hacía caso. 

—Si le hablaras bonito te haría caso papá—rio Isaac y bufé molesto sirviéndome una taza de café antes de girarme a verlo. Tenía que aprovechar que estábamos solos para hablar con él. Se acercaba mi aniversario con mi chica y quería darle lo mejor. Por eso necesitaba la ayuda de mi campeón; el conocía a su mamá mucho mejor que yo. En los pasados aniversarios y cumpleaños había fallado con el regalo perfecto para mi chica. Nunca la he visto usar alguna de las joyas, bolsos o zapatos de marca que le he regalado. Siempre pensé que eso era lo que les gustaba a las chicas, pero Charlotte no era así. Nunca había sido una chica sofisticada, por eso había recurrido a los autos y los viajes. La había llevado a su lugar de ensueño; África. Habían sido la peor semana para mí, pero no para ella. Nunca la había visto tan feliz y relajada desde que nuestro campeón había nacido; había alimentado y bañado a los elefantes, había dormido en el hotel con las jirafas entrando por la ventana y había sido voluntaria para dar clases de inglés a los niños sin hogar. Había sido el mejor regalo que le había dado; tanto así que me lo recompensó por meses, pero debía confesar que no fue mi idea sino la de mi campeón. Él había averiguado todo sobre lo que le gustaría hacer a mi chica en África y yo solo lo había cumplido. Por eso siempre que se acercaba su cumpleaños o aniversario recurría a él; siempre sabía que regalarle a su mamá. No quería cagarla otra vez: bastante lo había hecho al regalarle una guagua Lamborghini personalizada con su color favorito para su cumpleaños que no usa. Mi campeón me había dicho que mi chica se pasaba quejando de su auto viejo y quise sorprenderla, pero ni siquiera la toca. Por eso estaba decidido a pagar lo que sea con tal de sorprenderla para nuestro aniversario. Era importante; cumplimos nueve años juntos.

Jamás pensé que duraríamos tanto; que llegaríamos tan lejos. Siempre pensé que la única razón que nos uniría seria nuestro campeón. Que tarde o temprano yo haría algo para cagarla y la perdería para siempre. O que ella se cansara de lo inmaduro y frio que era y me dejara por otro hombre. No lo sé, jamás pensé estar en una relación, en tener un hogar y una esposa, pero definitivamente ha sido lo mejor que me ha pasado. Charlotte ha sido lo mejor que me ha pasado y desde aquella vez que volvimos, le prometí amarla y respetarla para siempre. Le prometí ser el hombre de sus sueños e iba a cumplirlo.

— ¿Porque me miras así? —preguntó confundido y fingí seriedad para asustarlo. Amaba molestarlo y fingir que estaba enojado con el porque se asustaba. Si yo estaba enojado con él, significa que había hecho algo muy malo y que nada lo salvaría de un castigo.

—Necesitamos hablar—dije y este frunció el ceño mirándome de arriba abajo confundido.

— ¿Qué hice? —preguntó y alcé una ceja mirándolo. Me resultaba gracioso que siempre que le dijera que teníamos que hablar, rápido preguntara que había hecho. Probablemente porque siempre hacia alguna travesura o se había metido en problemas. Siempre que se juntaba con la princesa Julieta o con su primo Daniel siempre terminaba en problemas. De mi parte, yo nunca lo regañaba porque eran unas simples travesuras de niños; yo hice muchas con Justin y con Chris. Pero a diferencia de mí, mi chica no le pasaba ninguna. De los dos, ella era más estricta y fuerte con nuestro campeón.

Raising Love {Ryan & Charlotte}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora