3. Deva.

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— ¿Señor Férriz? —Escuché a alguien hablar a mis espaldas.

Antón y yo nos giramos despacio mientras mi risa se cortó al ver a un hombre con un pinganillo mirándonos muy serio. ¿Era él el que me había estado mandando mensajes? Los dos esperamos a que aquel hombre volviera a hablar pero solo repitió la misma pregunta que había hecho mientras Antón contestaba que sí.

—Acompáñeme, por favor.

— ¿A dónde? —Contestó éste.

—Yo solo sigo órdenes.

Saqué el móvil para ver el nuevo mensaje que me había llegado e intentando que no se me notara que estaba empezando a asustarme me aparté del grupo un poco.

UNKNOWN.
Tú lo has querido.

Deva.
¿Has sido tú?
¿Quién eres?
¿Qué estás haciendo?

UNKNOWN.
Ya te lo he dicho pero parece que obedecer no se te da bien, no te preocupes lo trabajaremos.

Deva.
Voy a llamar a la policía.

UNKNOWN.
Cuanto más desobedezcas peor va a ser para ti.
Pero si esta noche vas a quedarte más tranquila si les llamas, adelante.

Deva.
No sé ni quién eres ni qué quieres, pero no voy a entrar en tu juego.

Puse el móvil en modo avión y lo guardé en el bolso, un camarero pasó con una bandeja llena de vasos de champán y parándole me bebí uno y cogí otro. Un seguidor no iba a parar mi vida ni mucho menos asustarme con amenazas irreales, me reí pensando por un momento que me iba a creer que le iban a cortar las manos a Antón. Volví con Vega y Mae mientras hablaban con uno de los jefes de mi amiga y me uní a la conversación mientras notaba aquellas tres copas que me había bebido ya hacer su efecto. Poco después de que los jefes se marcharan pasamos a otra sala donde nos sentamos todos y algunos de los jefes salieron a dar las gracias a los nuevos socios por la generosa donación y por confiar en su empresa.

Quería disimular y hacer como si aquellos mensajes no hubiesen pasado, pero la sensación de que alguien me seguía observando me estaba dando nauseas. ¿Dónde estaría Antón ahora mismo? Saqué el móvil del bolso con mucho disimulo y quité el modo avión esperando tener algún mensaje, pero no había nada. Aquella persona tenía que estar allí y tenía que estar cerca para verme agarrada del brazo de Antón. Miré con cuidado a mi alrededor prestando atención a las personas que había en aquella sala, algún comportamiento raro, alguna mirada más de la cuenta... El director del hotel se alejó del micrófono para darle paso a la siguiente persona.

—¿Estás bien? —Me preguntó Vera.

¿Quería involucrar a Vera y Mae en esto? Si aquel tipo iba en serio, no quería arrastrar a mis amigas con aquello. Además, el tipo se acabaría cansando si le ignoraba, como pasaba con todos los lectores cuando se ponían más intensos de la cuenta.

—Sí, creo que he bebido demasiado champán. —Me reí nerviosa.

—Pues esto no ha hecho más que empezar, en este hotel hacen unos cócteles increíbles.

Con una sonrisa las dos miramos al hombre que estaba empezando a hablar delante del micrófono y guardamos silencio. Vestido con un traje gris, una camisa blanca abierta y sin corbata daba un discurso con algunos datos del nuevo hotel y las instalaciones. Eso intuí, porque dejé de escuchar cuando varias veces nuestras miradas se cruzaron, de escuchar y de respirar. Era asquerosamente atractivo y emanaba poder. Había bebido demasiado y empezaba a tener un calor insoportable sentada en aquella silla.

— ¿De verdad te encuentras bien? —Volvió a preguntar Vera.

—Creo que necesito un poco de aire, luego os encuentro, voy a salir unos minutos.

Disculpándome con las personas que tenía sentadas al lado salí al pasillo buscando la puerta más cercana para respirar un poco de aire. Apresuré el paso recorriendo los pasillos llenos de lujo y llegué a la recepción del hotel. Algunas parejas se iban riendo, familias llegaban al hotel con maletas y algunos niños correteaban por la recepción. Me colé dentro de las puertas giratorias y caminé hasta uno de los laterales de la entrada apoyándome en la pared.

¿Dónde estaría Antón? ¿Tendría las dos manos pegadas al cuerpo o sus amenazas iban en serio? Saqué el móvil de mi bolso y le escribí un mensaje a Antón preguntándole si estaba bien. Los mensajes se enviaban, pero no le llegaban. Probé a llamarle varias veces, pero saltaba el buzón de voz directamente y a mi me empezó a entrar el pánico.

Un mensaje entró en el móvil y lo desbloqueé rápidamente queriendo que fuese Antón respondiendo.

UNKNOWN.
Respira, vas a hiperventilar.

Bloqueé el móvil intentando que el aire entrase en mis pulmones correctamente. Inspiré por la nariz soltándolo por la boca varias veces, no le podía dar el gusto a este enfermo de verme mal. Cuando recuperé el aliento volví a coger el móvil y empecé a escribir.

Deva.
¿Quién eres? Esto es acoso. ¿Cómo tienes mi número? ¿Nos conocemos?

UNKNOWN.
Yo a ti sí te conozco, tú ya tendrás tiempo de conocerme a mí.
Ahora pide un taxi y ve a casa.

Eché la cabeza hacia atrás con una carcajada, estaba acojonada, pero eso él no lo iba a saber. Y por supuesto tampoco iba a decirme lo que tenía que hacer o no. Me arreglé en pelo y me atusé el vestido levantando la cabeza para volver dentro del hotel, según Vega los cócteles en aquel hotel eran increíbles y para una noche que salía me lo pensaba pasar bien. Caminé con paso decisivo buscando a mis amigos y los encontré en el bar, Vera me pasó un cóctel y cuando me quise dar cuenta éramos los últimos y el camarero nos estaba diciendo que nos servía la última ronda.

—¿Estás segura de que quieres la última? —Me preguntó aquel chico detrás de la barra. — ¿Te vas a quedar en el hotel o te vas a casa? No quiero ser el causante de ningún accidente.

Le miré riéndome y le pedí que me sirviera la última, lo de quedarme en el hotel no era tan mala idea, pero un taxi me recogería para llevarme a la puerta de casa y solo tenía que atinar a meter la llave en la cerradura, no era tan complicado, ¿no?

—Me voy a casa, pero no conduzco. Si no soy capaz de abrir la puerta puedo quedarme a dormir en el felpudo, es nuevo.

—¿Por qué no hacemos una cosa? —Propuso. — Te voy a dar mi número de teléfono y lo vas a guardar en la agenda, si cuando llegues a casa no puedes abrir la puerta me llamas y te ayudo, mi turno termina en cuanto os vayáis.

—¡Ouch! ¿Nos estás echando? — Saqué el móvil de mi bolso y se lo tendí para que guardara su número de teléfono y me lo devolvió. — Prometo beberme esta copa rápido y hacer que los demás también se vayan.

Aquel chico guapo negó con la cabeza mientras se reía y yo le conté a Mae por lo bajito que creía que había ligado. Ella alzó la copa para brindar conmigo, pero nuestras copas chocaron con tanta fuerza que se rompieron mojándonos enteras. En ese momento sí que me arrepentí de haber pedido aquella última copa y disculpándome me agaché a recoger los pedacitos de cristal que estaban desparramados por el suelo.

Todo estaba mojado y los cristales se escapaban entre mis dedos pareciéndome algo muy gracioso en aquel momento hasta que cogí uno más fuerte de la cuenta haciendo que la palma de mi mano sangrase levemente.

— Suelta los cristales y apártate. —Me dijo el camarero. —Voy a llamarte a un taxi, no te preocupes por eso, yo lo recojo.

No puedo escapar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora