5. Alec.

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Debería estar enfadado por ser la cuarta vez que Deva me desobedecía llamando a la policía. Pero dejé que lo hiciera, tenia que ver por ella misma que no iba a escapar de mí. La policía hizo lo que esperaba que hicieran, nada, como siempre. La vi por las cámaras desesperada pidiéndoles ayuda mientras imaginaba lo que le estarían diciendo: "Vamos a patrullar la calle de noche", que era igual a: Vamos a pasar una vez por tu calle de noche si eso y después es cosa tuya. Así funcionaba la policía de aquí, corrupta en el más sentido de la palabra.

Me pasé algunas horas mirándola después de curarle la mano, era más bonita de cerca incluso con todo el maquillaje corrido por la cara.

— ¿Cómo se ha levantado hoy la princesa? — Me preguntó Daren entrando en mi casa.

— Con mucha actitud, ha llamado a la policía y les ha contado todo.

— ¿Qué vas a hacer?

— Ir a cambiarle la venda de la mano y llevarle el desayuno.

— ¿Y qué crees que va a hacer? ¿Extender el brazo para dejarle que la cures y luego comerse el desayuno? Está asustada, mírala. — Me señaló las cámaras donde Deva daba vueltas por toda la cocina.

— No, si me dejase no sería tan divertido.

Se marchó de allí riéndose mientras yo cogía las llaves de mi coche e iba a comprar un buen desayuno para quitar aquella resaca. Le eché un último vistazo a las cámaras y la vi metiéndose en el baño, me arrepentí de no haber puesto ninguna cámara dentro.

Deva vivía en un sitio apartado, un pueblo bonito y tranquilo que me daba mucha ventaja. Dejé el coche en un lateral de la calle y caminé tranquilamente hacia la casa. Abrí con la llave sabiendo que todavía seguía en el baño y dejé los donuts y un café en la cocina junto con las gasas y vendas. Pocos minutos después escuché el grifo de la ducha cerrarse y me senté a esperar.

La vi bajar por las escaleras con una camiseta larga y un pantalón corto, llevaba el móvil en la mano y no se dio cuenta de que estaba allí. Eso me dio tiempo para poder mirarla tranquilo, unos segundos más.

Caminó hasta la cocina mientras yo seguía muy quieto y ella escribía con el ceño fruncido. Se paró y dejó el móvil encima de la isla para segundos después mirar el desayuno y mirarme a mí. Terror. Lo que vi en su cara fue puro terror y verla así me gustó, volvía a ser un animal acorralado, mi mascotita.

Hubiese pagado por poder meterme dentro de su cabeza y saber qué estaba pensando. Se quedó anclada en el sitio mirándome directamente a los ojos casi sin respirar, cuando me vio moverme hizo un ademán de coger el móvil. Alcé la ceja divertido y su mano volvió a caer sobre su costado, sabía que no iba a ser más rápida que yo, chica lista.

La vi correr por el pasillo instantes después mientras a mí se me escapaba una carcajada. Estaba atrapada en su propia casa, pero ella todavía no lo sabía. Caminé despacio hacia donde pensé que había corrido y me la encontré rebuscando en los cajones las llaves para abrir aquella puerta, ingenua y predecible. Golpeó la puerta pidiendo ayuda y aquella reacción me pareció de lo más tierno que había visto nunca, nadie iba a venir a ayudarla.

Me quedé a algunos metros viendo como seguía buscando la manera de salir de allí poniéndose más y más nerviosa. Dejé que lo intentara hasta que vi que de la palma de su mano volvía a salir sangre. Me acerqué por detrás y capturé su muñeca antes de que volviera a golpear la puerta y hacerse más daño.

— Creo que ya es suficiente. — Hablé tranquilo.

Lo siguiente que escuché fue en el silencio y por unos instantes pensé que se había olvidado de respirar. Si me acercaba unos centímetros más podría escuchar su corazón queriendo salir del pecho.

— Márchate y prometo no decirle nada a la policía, llévate lo que quieras. — Me dijo todavía de espaldas a mí.

Solté su mano mientras veía sangre recorrer su muñeca. Apoyó su frente contra la puerta y me alejé de ella varios metros, ella pensaba que quería robar en su casa.

— Ve a la cocina y siéntate. — Ordené, pero no se movió. — No me hagas repetirlo de nuevo, Deva.

Se giró muy despacio y me miró.

— Sabes mi nombre. — Me reí.

— Sé muchas cosas más sobre ti, pero sí, tu nombre es una de ellas.

— ¿Vas a hacerme daño? Puedes llevarte lo que quieras, tengo dinero arriba...

Gotas de sangre golpearon el suelo, pero ella seguía diciéndome que tenía dinero arriba y más en el banco... Dejé de escuchar aquella cantidad de tonterías que salían por su boca. Aquella era mucha sangre, se había abierto la herida dando golpes contra la puerta e iba a tener que llamar a Daren para que la cosiera.

Me acerqué a ella y se calló de golpe, saqué mi móvil para avisar a Daren y lo volví a guardar en el bolsillo de mi vaquero.

— Ve a la cocina y siéntate, tu mano está sangrando.

—¿¡Y qué!?

Se giró para seguir golpeando la puerta como una histérica dejando la puerta con marcas de sangre, me estaba empezando a enfadar. Pegué mi pecho a su espalda cogiendo con fuerza sus muñecas pegándolas a la puerta, por encima de su cabeza.

— Vas a irte a la cocina ahora mismo y vas a dejar que te cure la herida de la mano y lo vas a hacer tú sola porque como lo haga yo no te va a gustar. Y deja de gritar, porque sino te aseguro que te voy a dar motivos para que grites.

La solté alejándola de la puerta mientras la seguía de cerca. Caminaba despacio y yo estaba perdiendo del todo la paciencia.

— Siéntate. — Aparté un taburete para ella mientras me miraba dubitativa. — ¿Vas a sentarte tú o prefieres que te siente yo? El resultado va a ser el mismo.

No puedo escapar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora