Dios contra General

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Aquella arena podría compararse con un coliseo del Imperio Romano, lo cual lo hacía sumamente apropiado. Sin embargo su tamaño era colosal y sus gradas parecían casi infinitas. Por una parte, había millones de dioses. Por la otra, simples humanos. Y en el campo de batalla ingresó un dios de barbas y cabello blanco, dándole una apariencia sabía. Con su lira en mano, el dios hijo de Odín se presentó. Él era Bragi, señor de la poesía.

 Él era Bragi, señor de la poesía

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—Dioses y hombres. Mi nombre es Bragi, dios nórdico de los poetas. Mi labor aquí no será luchar, sino presentar a las poderosas deidades que representan el bando divino —exclamó el dios, mientras sus dedos jugaban entre las cuerdas de su instrumento—. Esto, es una guerra. Y por lo tanto, el primer dios en luchar es aquel que representa lo más cruel de los horrores de la guerra. El gran destructor de hombres, cuyo trono está hecho con los huesos y la piel de sus enemigos. Amo y señor de la guerra caótica, siempre acompañado por el miedo, el terror y la discordia. Hijo del poderoso Zeus, y la temible Hera. Principe del Olimpo, y dios de la guerra: ¡Ares!

Eris, la diosa de la discordia, llegó volando con sus alas negras de cuervo mientras jugaba con manzanas doradas en sus manos. Fobos y Deimos, los dioses del terror y el pánico, golpeaban con ferocidad sus grandes escudos. Y detrás de ellos, aquel dios temido y despreciado por sus semejantes. Conocido en todos los panteones por haber sido uno de los dioses más crueles y sádicos en la guerras. Ares; dios de la guerra.

Del lado contrario —de donde los humanos debían salir—, se presentó un hombre de complexión normal y canas en sus cabellos

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Del lado contrario —de donde los humanos debían salir—, se presentó un hombre de complexión normal y canas en sus cabellos. Con una vestimenta que claramente representaba la época de los años 1600, y un caminar elegante, aquel sujetó llamó la atención de los humanos. ¿Acaso aquél era su representante?

—Damas y caballeros —habló aquel varón, con un marcado acento ingles—

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—Damas y caballeros —habló aquel varón, con un marcado acento ingles—. Mi nombre es William Shakespeare. Y, para su tranquilidad, yo solo me encargaré de presentar a los campeones de la humanidad. ¿Qué puedo decir del hombre que luchara por nosotros? —preguntó al aire, mientras tambores y tromperas empezaban a sonar—. Su nombre, dio origen a los títulos de emperadores y reyes por toda Europa. 

—Roma —se escuchó cantar a un soldado.

—Roma —exclamó un coró.

—Este hombre, sometió a los feroces galos. Fue el primero en cruzar hasta Britania para enfrentar a sus temibles guerreros. Incluso se aventuró a luchar contra los fieros germanos.

—Legion, eterna.

—¡Eterna, victoriosa!

—Descendiente de los propios dioses, y considerado uno por sus hazañas. 

—Si tu fuerza es italica, nuestro deber es para el padre Marte —exclamaban las legiones, marchando nuevamente junto a uno de sus más carismáticos líderes.

—Damas y caballeros, les presento a ¡Cayo, Julio, César!

Ares observó como César descendía de su caballo, ganándose los vitoreos de sus fieles legionarios

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Ares observó como César descendía de su caballo, ganándose los vitoreos de sus fieles legionarios. En las gradas de la humanidad, todos aquellos que alguna vez gobernaron el Imperio Romano, y muchos de sus descendientes, se pusieron de pie para observar a aquel hombre bañado en gloria.

—Padre Marte —dijo César, aproximándose a Ares.

—Bueno, esto es más irónico de lo que esperaba —dijo Ares—. Pero me parece bien, de toda la basura humana que ha existido, al menos un romano es algo relativamente digno de estar cara a cara con un dios.

—Quiero pedirte disculpas —dijo, logrando confundir a su enemigo.

—¿Por atreverte a desafiarme?

—No —dijo César, con una pequeña sonrisa—. Te pido disculpas, porque voy a matarte.

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