Puntiagudo

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Su mente estaba en blanco.

Intentó recordar cuáles habían sido las decisiones de su vida que la habían llevado hasta ese momento. Pero honestamente no había nada que se le viniese en primera instancia. Era como si de pronto hubiera una interferencia en su cerebro que le impedía rememorar cualquier cosa que no fuera su nombre.

¿Eso había sido un beso?

Sus labios habían chocado por un par de segundos, ¿Verdad?.

Aunque el roce no había durado lo suficiente como para poder creer que realmente había sucedido. Sin embargo el calor y la suavidad del otro seguían latentes en sus bocas.

—¡L-lo si-siento...!—exclamó recuperando la compostura al notar que las luces de la calle se encendían nuevamente.

El espectáculo de fuegos artificiales había terminado, sin embargo Hinata aún podía sentir el retumbar de las coloridas explosiones dentro de su cuerpo.

Recapituló lentamente todos los sucesos ocurridos para determinar el origen de la escena que habían protagonizado hacía unos segundos.

Ellos estaban discutiendo la relación que los unía, y aunque seguía sorprendida por la firmeza con la que él  había asegurado que no se consideraba su amigo, eso terminó pasando a un segundo plano cuando sintió una fuerza extraña que la empujó desde atrás y la cual no la dejó controlar su propio cuerpo.

Pensó en lo mucho que le gustaría esfumarse en el aire en ese preciso momento y mientras se agarraba el rostro con ambas manos para ocultar la creciente vergüenza que la afligía, se apresuró a soltar una serie de balbuceos que pretendían ser excusas sobre lo sucedido, más lo único que consiguió fue enredar su propia lengua.

Sabía muy bien que no debía darle otro significado a un suceso accidental como ese, pero...

¡Su corazón no la estaba obedeciendo!

—¡Vuelve a tus sentidos, no deberías mostrarle un lado tan vergonzoso a Sasuke-san!—gritó histérica dentro de su cabeza.

Por otro lado, el Uchiha la observó sin siquiera parpadear un ápice.

Estaba completamente absorto en cada una de las acciones de la chica. Aquello lo había tomado con la guardia completamente baja. Pero no resultaba desagradable para nada. Más no estaba muy seguro de querer admitir eso en voz alta.

¿Por qué actuaba tan raro cuando ella entraba en la ecuación?

Si, era divertido verla nerviosa, no lo iba a negar, pero le resultaba bastante inverosímil lo increíblemente cautivado que se sentía por su torpeza y honestidad.

Su cara siempre era un cuadro transparente de su alma, como si no tuviera ninguna intención adversa. Era fascinante la forma en que dejaba que sus emociones se desbordaran y mostraran lo que pasaba dentro de su cabeza con tanta claridad. Cuando creía que ya conocía sus expresiones por completo, ella dibujaba muecas nuevas que nunca había visto y eso lo mantenía atento a cada una de ellas, como si acabara de descubrir el espécimen más raro del universo. Era algo tan adictivo, que dudaba mucho el llegar a aburrirse de ello. Resultaba bastante curioso lo inmerso que podía estar en esa clase de detalles y eso era algo que ya había notado unas cuantas semanas atrás. Su cabeza se llenaba inevitablemente de todas las formas posibles en las que podía llegar a conocer las facetas más profundas de la Hyuuga. No obstante, el único pensamiento que tenía en ese momento era uno que, honestamente, le parecía bastante peligroso.

Quería tocarla.

Todo se había vuelto tan surrealista que, de no hacerlo, perdería por compleeto la razón. Levantó una de sus manos y la extendió hacía ella completamente gobernado por sus instintos.

Buenos días, CariñoWhere stories live. Discover now