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Guardaste el puñal
y le lloraste al público,
aunque fuiste visto por algunos
riendo antes de que cerrara
el telón en el acto final.

El giro dramático
me anudó las entrañas,
fui la única tonta acá
que jamás supo que esto
estaba todo actuado.

Y todas las flores que
recibiste en el escenario
yacen podridas junto a mi tumba
como un recordatorio
de lo podrida y retorcida
que puede ser la confianza.

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