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no se peinó, dejó su melena huracanada libre como los gorriones; se maquilló apenas con humor sarcástico, se calzó ideales amorosos, y vistió un vestido de tristeza bordado en flores amarillas.
casi que se olvida, pero se puso un collar hecho de caracolas y pedacitos de su corazón, una pulsera de pequeñas lágrimas dulces junto a dos anillos de nostalgia y recuerdos de una ciudad olvidada, y se bajó la luna, para partirla en dos y usarla de aretes.
se perfumó con estrellas y polvo estelar, tomó del sol uno de sus rayos y se lo pasó por su piel de caramelo y de una tormenta robó la fuerza para destruir los miedos que no podía (ni puede) encarar. se miró al espejo. estaba bien.
tomó su abrigo de hojas de otoño y salió a pasear en compañía de la soledad.
