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cierro el puño y golpeo
sabiendo que éste se asemeja a la estructura de mi cansado corazón y con más razón sigo golpeando una pared de impotencia de años, golpeo, golpeo y golpeo hasta que veo el hueso, hasta que la sangre corre por mis nudillos y por mis frágiles dedos, hasta que no sienta más mi mano y una vez más me odie por haberme hecho daño
apreto la mandíbula se me requebrajan los dientes pero aún así grito
de maneras escandalosas propias de un desquiciado desde lo más profundo de mi cuerpo, de mis órganos, desde algún lugar grisáceo, viscoso y podrido, grito hasta que se me quiebre mi voz, grito hasta que sientan que me escuchen contar sus pecados dañinos, hasta dejarlos sordos y hacerles sangrar los oídos
cierro los ojos y de todos modos lloro
como todas las noches, con toda la fuerza que los músculos faciales me permitan; pataleo, maldigo, me culpo, los culpo, n o s o d i o y lloro aún más deseando ponerle fin a esta existencia tan triste sabiendo que soy la más cobarde y empática de todas