Capitulo 9

520 59 0
                                    

.

.

.

.

.

.

.

Al que me pregunte al menos una de las canciones que se ensayó hoy le responderé con una vil mentira, porque es que ni me acuerdo nada de lo que se hizo, o sea, sí estuve ahí, y dirigí a los chicos, hicimos el plan mensual de presentaciones y unas cositas más, pero mi mente estaba en una sola persona, Ethan; decirte que dejé de sonreír por un minuto sería hablar mentira, porque me pase todo el rato con la cara rebosante de alegría, feliz, uno de mis sueños más grandes se me estaba cumpliendo.

Al salir de la iglesia eran entrada las 9 de la noche, la felicidad en mi era tan grande que opacaba totalmente el dolor de mis pies debido a estar de pies por unas horas en el ensayo. Fui todo el camino de la iglesia a mi casa envuelta en la música, esta felicidad no me la quita nadie, gracias Dios.

Se me hizo bastante corto el trayecto a casa gracias a Dios, y al bajarme del carro me es imposible no sentir una emoción más fuerte si era posible dentro del pecho, justo en la entrada principal había una canasta de picnic con unas rosas encima, encima tenía una nota con una pregunta bastante pretenciosa ¿cenas conmigo? No tenía que preguntar para saber que esto es idea de Ethan, pues es lógico. Tome mi celular del bolsillo de mi pantalón y le tomo una foto a la canasta para enviársela y le agrego una nota al pie de esta con un acepto.

Tomé la canasta y las rosas como pude con las manos y entre a la casa para encontrarme con un Ethan sentado en mi pequeño desayunador con otra rosa en las manos, mi mente se nubló por ese momento olvidándome de todo lo que me rodeaba, olvidé la canasta, olvidé el dolor en mis pies, no me preocupé que estuviera dentro de mi casa sin saber cómo había entrado, solo me enfoqué en que el causante de mi alegría estaba aquí sentado frente a mí con esa hermosa sonrisa que adorna su bello rostro, sé que me he de ver como una estúpida enamorada, sonriendo como boba y tonta, pero es que esto es para mí estar en un cuento de hadas, no pensé en que se vería mal que un hombre esté en mi casa a las tantas de la noche, no me importó nada más que este hombre ante mí.

Poco a poco me fui acercando y él me tomo de la mano lo que llevaba y lo depósito en algún lugar que no noté, porque mis ojos eran presos de su anatomía.

— Si quieres olvida todo lo que te dije por esta noche, y por favor cena conmigo, concédeme ese deseo, por favor princesa — y es que es imposible negarse a tal oferta, y es obvio que no me voy a negar, no soy una adolescente para estar perdiendo el tiempo con cosas estúpidas de tardar días pensando algo que está más que claro, así que voy a actuar como la adulta que soy.

— No tengo que olvidar nada, se lo que siento y lo que sientes tú se le asemeja bastante.

Eso bastó para que la sonrisa se ampliara en su rostro y me haga a mi casi perder la conciencia. Me tomó de las manos y las besó yo solo pude regalarle una sonrisa más que sincera.

Nos sentamos en la isla al tiempo que el sacó de la canasta una sidra, dos copas, un envase con uvas y otro con queso blanco; de ahí mismo saco unos platos y servilletas, yo solo admiraba como se desenvolvía y agradecía a Dios internamente por este sueño hecho realidad, cuando hubo terminado me ofreció una de las copas y un pincho de madera para comer; está demás decir que mi sonrisa se mantenía intacta y creciendo cada vez más, al igual que los nervios dentro de mí, no sé lo que me depara esta cena.

— Disculpa por haber invadido tu casa de este modo, pero es que tu madre no me iba a dejar irme sin antes haber hablado contigo, disculpa. — dice esto y baja un poco la cabeza cuando se nota un leve sonrojo en su rostro.

Ahora todo tiene sentido, mi madre es una mujer muy romántica, estoy casi segura que ella fue la autora intelectual de toda esta velada.

— No, discúlpame tu a mí por haberte echado del consultorio, necesitaba procesar todo lo que dijiste allá.

— Era lógico que hagas eso, pero olvidemos este tema por hoy y disfrutemos esto — dice señalando la comida frente a nosotros. — por cierto, he visto los planos de la cabaña y estoy seguro que te encantará

Dice esto con una sonrisa y a mí se me escapa otra al pensar que se está hablando del lugar donde pasaremos la luna de miel, es inevitable que me sonroje, él lo nota y suavemente posa su mano en mi mentón y lo levanta.

— Te ves realmente hermosa cuando te sonrojas, ¿Qué está pasando por esa cabecita que te has puesto así? — me río y niego a lo que tomo un trozo de queso con el pincho, es imposible que le diga que estaba pensando en él y yo en la luna de miel, eso sería demasiada información para estos dos solteros en este momento.

— Nada. Me alegro que no te hayas ido a tu casa — él me ofrece una sonrisa de esas que me encantan y nos disponemos a comer en un cómodo silencio.

— ¿Cómo te sientes con todo esto? — su pregunta rompe el silencio y hace que me quede pensando un momento que responderle.

— En realidad, me sorprende y me alegra que hayas sido tú, me estaba volviendo loca con estos sentimientos hacia ti y pensando que estabas orando por otra chica — me reí de mi comentario y del recuerdo de mi estresándome por el rumbo que estaban tomando mis sentimientos.

— ¿En serio te enamoraste de mí? — asiento con la cabeza y toma mi mano para dirigirme hasta el sofá donde nos sentamos manteniendo un poco de distancia — entonces hoy se confirma nuevamente que Dios cuando hace algo lo hace bien. Desde que te vi me encantaste y ese primer día en casa de tus padres estaba bastante turbado, no te sacaba de mi cabeza, me puse a hablar con Dios y le hable tanto que creo que se cansó de mí, pero al final le dije, padre, si ella es la indicada házmelo saber desde ese momento empecé a sentir paz en mi corazón, ahí lo supe, luego de eso lo hable con tus padres, y tu madre me lo confirmó con su revelación.

Sin darme cuenta mis ojos expulsaron unas cuantas lágrimas de emoción, estaba emocionada, feliz, en este momento me siento llena y completa. Lo único que llego en ese momento a mi mente fue lanzarme hacia él y abrazarlo como si no hubiese un mañana, sus brazos fuertes me rodearon de modo que si moría en ese instante no importaría, porque sería feliz.

— Me haces feliz — como pude expulsé este sentimiento de mi interior.

— Tú me haces feliz a mí, preciosa — el abrazo terminó y yo quise volver a estar entre su cuerpo otra vez sin embargo me contuve, no sería bueno asustarlo el primer día.

El tiempo pasó relativamente rápido, entre conversación y conversación conociéndonos mejor dieron las 12 de la noche, con dolor en mi corazón tuve que dejarlo ir ya que mañana él debía trabajar temprano y debía conducir hasta su casa. Cuando se despidió de mí me abrazo fuerte y me dio seguridad y tranquilidad su cercanía.

— Bueno señor, hoy tenemos conversación para largo tu y yo — dije para mí misma mientras me dirigía a mi habitación.

El esposo que pedí - ROMANCE CRISTIANOWhere stories live. Discover now