4. Rama

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El hechizo cayó.
"Y marcó nuestro destino."

Un hombre y una reina

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Un hombre y una reina.
"Dos amantes."

La colina verde callaba, incluso en el crepúsculo de la noche, las sombras se ocultaban, admirando a la princesa elfina que bailaba.
Era un hombre mortal, condenado a la muerte. Y ella era una elfina, una princesa inmortal, pura como la nieve, poderosa como la tormenta.

La luz se ocultó tras su cabello, moviéndose como una sombra, escondiéndose en sus ojos grises. Su vestido de seda, era incluso más ligero que la brisa, y las huellas de sus pisadas más delicadas que el alba. No había criatura más bella que la danzarina.

Pero se había ocultado, apenas Beren dio un paso, agotado, siendo su única cura una palabra de la elfina.
"-Dejándome solo a la merced de la locura."
Dijo la primera vez.
"-Un demente sin camino, pero con luz en la noche sin estrellas."
Incluso, aunque usara sus más bellas palabras, el ave había huido de él; creyéndole un cazador, destinado a cortarle las alas.
Así, ciego y demente, caminó en la hierba, caminando sin sosiego y sin gloria, a aquel que todo lo había perdido por Morgoth.
Hasta que su melodía lo trajo de nuevo a la vida.

Caminaba en silencio, la nueva música le trajo sus fuerzas, hasta que piso una rama, partiéndola en dos, trayendo la alarma sobre su presencia inadvertida. No estaba listo para llamar, solo admirar. Sus ojos cansados se cerraron, cayendo al suelo, desprovisto del amanecer que desaparecía a medida que sus esperanzas huían.
"-Tinúviel, Tinúviel -la llamó.
Pero el silencio se cernió sobre él.
No había piedad.
Hasta que su noche dio termino. La doncella, al escuchar tan bello nombre, se encaminó a él; curando sus enfermedades, demencia y ceguera con su toque sanador. Sus ojos, cuales estrellas en la noche solitaria, lo admiraron, y su toque, tan delicado como el terciopelo de una flor, lo acariciaron.
"-Un designio del destino. Una luz aura en medio de la soledad intacta de las sombras."
Y fue lo que dijo.

Ambos se observaron, cayendo en el mismo hechizo que los unió. Destinando sus caminos para siempre, sellando el camino del mal, encaminándolo al bien.
Dichos fueron sus días, hasta que la traición los condenó a la hazaña más grande, superiores a los de los Valar, tan grande como la del príncipe más poderoso. Pues Lúthien Tinúviel, sin ejércitos mas que su voz, sin armas mas que su amor, logró vencer al terrible enemigo. Todo por su amor, al cual se aferró hasta la muerte, venciéndola junto a Beren.

No hay sacrificio más grande que aquel, hecho por amor.
"No hay amor más grande que el sincero."

No hay hazaña más grande que darle salvación y piedad al amor

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No hay hazaña más grande que darle salvación y piedad al amor.
"No hay ejércitos capaces de hacernos temer; el amor nos salvó."

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