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Delilah Hart

Seguir a Heitor me había llevado hasta un puente de la ciudad. Nada esta bien, eso dijo y ahora sus palabras no salían de mi cabeza. Me pegué al barandado y cerré los ojos, el aire fresco de la madrugada se apoderó de mi rostro.

—Nosotros somos lo único que está bien en estos momentos —sentí su pecho contra mi espalda y sus manos sobre las mías—. Ojalá las cosas fueran diferentes.

—¿Quieres hablar de ello? —pregunté temiendo su respuesta.

Heitor recostó su barbilla en mi hombro y sacó su teléfono para ponerlo al frente. Buscó unas páginas de noticias, el titular era con su nombre.

—Me están demandando —confesó— No entiendo como la prensa se enteró y ahora comenzaron los rumores, no sé como detenerlos, pero tampoco puedo dejar que descubran verdaderamente el motivo de la demanda.

Tragué en seco.

—¿Es muy grave?

—Problemas de contrato con la antigua sumisa. En realidad me demanda porque se enamoró de mí y yo no le correspondí. Primero me intento chantajear: volvía con ella o todos se iban a enterar de mi estilo de vida —agrega— De alguna manera la prensa está investigando y temo que den con la verdad.

—Solo dime y haré lo que pueda para ayudarte.

—¿Harías cualquier cosa por mí?

—Seguro —dije dudosa y le regalé una media sonrisa.

Ok, lo acepto no debí decir eso.

—Venga, ya es tarde. Volvamos a casa —comentó tranquilo.

Le eché un vistazo a la hora que marcaba su teléfono.

—Ya casi amanece —hablé y pasé saliva— Veamos el amanecer desde aquí.

Heitor bufó y al final se quedó en silencio, sin moverse, se atrevió a abrazarme y recosté mi espalda a su pecho.

Recuerdo que un día en clases mi profesora de literatura dijo una palabra poco común «Clariasis» En aquel entonces para mí era una palabra vacía.

Hoy por primera vez sentí esa sensación que ella decía en clases:

"Estar en el sitio correcto, en el momento correcto"

Minutos en silencio hasta que el sol se asomó por el horizonte, detrás de los enormes edificios. El amanecer llegó destruyendo la tranquilidad y lo pacífico del momento. Ya no teníamos nada que decir.

Volvimos al auto y el silencio se mantuvo hasta llegar al departamento. Sin decir palabra nos despedimos y ambos nos encerramos en nuestras respectivas habitaciones.

Heitor dejó en claro que no necesitaba de mí, y yo no iba a estar insistiendo por su atención. 

Sin ánimos de nada caí en la cama y me refugié entre las sábanas. El sueño me venció.

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Desperté a las horas, ya no estaba cansada, fui directo a darme una ducha y me relajé bajo el agua fría, eso necesitaba, despejar.

Bajé las escaleras y me encontré a Heitor en el salón viendo las noticias de la tele. Tenía el ceño fruncido. Estaba preocupado.

—¿Qué ocurre?

—Continúan los rumores sobre mí —bramó— Que si no tengo pareja, que soy un misterio que todos quieren resolver y ya estoy a hasta la mierda de todos estos inútiles, metiéndose en mi puta vida. Y para terminar mi padre no deja de llamar.

Sumisa ✓Where stories live. Discover now