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Miré a través del ventanal frotando mis manos, hacía mucho frío. El cielo oscuro se dividía por los rayos y luego el estruendoso sonido.

—Le dije que era una mala idea —me quejé por décima vez.

A Heitor parecía no importarle, porque continuaba acostado muy tranquilo. 

Lo ocurrido fue lo siguiente. Se suponía que mañana tendríamos una reunión con socios de otra empresa, pero como mi jefe era tan impaciente salimos en la tarde. Sería rápido firmar y regresar. Ya que la tele había anunciado una fuerte tormenta.

Heitor confiado que nos daría tiempo no me escuchó, la lluvia nos tomó por sorpresa en la carretera, así que tuvimos que parar en este motel.

—Mira el lado positivo, soy un poco más millonario que ayer.

Puse los ojos en blanco por su comentario.

—Casi morimos en carretera.

—No seas dramática, Delilah.

—Ahora resulta que es drama.

—Yo te veo enterita.

—Se supone que tenía que recoger el vestido y tu traje en menos de dos horas.

—Verdad —pasó la mano por su cabello— Se casan mañana. Tranquila, en cuanto lleguemos vas y lo recoges, son tuyos. No te los va a quitar nadie.

La loca de mi amiga adelantó la boda, porque ya no ve la santa hora de estar casada con el amor de su vida. Precipitado era, pero nadie podía hacer que cambiara de idea.

—Resuelves todo muy fácil.

—Tú haces que todo parezca imposible —protestó— Ya, relájate que aún eres joven.

Cedí y me acosté a su lado, Heitor estaba con su móvil en la mano y la cabeza apoyada en el otro brazo, se había quitado el pulóver mojado, nada más llevaba su jean.

—¿Está muy mojada tu ropa? —preguntó sin apartar la vista del móvil.

—No.

—¿Por qué tiemblas, entonces?

—Hace frío —me defiendo— Mucho frío, no entiendo cómo puede usted estar sin camisa.

—Pues la verdad es que estoy muy a gusto.

—Se nota.

—Ven anda.

Lo miré confusa.

—El contacto humano es muy bueno para entrar en calor.

Me pegué a su cuerpo y coloqué mi cabeza en su pecho, sin darse cuenta empezó a acariciar mi cabello, apagó el teléfono y se limitó a eso.

Tragué en seco, mis emociones estaban a flor de piel. Para el seguro no era nada, pero yo sentía que este era un momento, quizás nuestro momento.

Así que no sé en qué mierda estaba pensando cuando las palabras salieron atropelladas.

—¿Puedo pedirle algo?

—Claro —respondió con voz ronca.

No lo hagas, Delilah.

No te atrevas a pedirlo.

No seas ingenua.

No está permitido en este mundo.

—Déjame hacerle el amor, amo.

En mi vida me había atrevido a tanto.

Tú eres tonta, chica.

Su respiración se detuvo por un segundo, dios ya me estaba arrepintiendo, en qué mierda estaba pensando.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora