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Una semana después.

—¡Por fin me quito está bata de hospital! —suelto con alegría mientras me quedo en ropa interior. Buscando lo que me voy a poner.

Ya no aguantaba estar más en ese hospital, otro día más y me volvía loca. Me sentía bien, me había recuperado del todo. Los últimos análisis estaban perfectos.

Solo me quedaba la pequeña cicatriz en mi estómago y el dolor en el pecho de perder a un hijo.

—¿Qué haces así? —Heitor había entrado sin avisar y me estaba comiendo con la mirada— Cualquiera puede entrar y verte en ropa interior.

Me quedé observando un minuto su postura, tenía una barba de hace días y ojeras, se notaba cansando, pero me seguía intimidando.

—Todos tocan la puerta antes de pasar, no son maleducados como otros.

—¿Insinuás algo?

—No, te estoy diciendo que tienes que tocar la puerta antes de entrar.

—Eres mía, puedo verte de todas las maneras posibles siempre que quiera.

Su comentario causó el efecto contrario en mí, me sentía como un objeto de su propiedad.

Un carraspeo de garganta llamó su atención y de la puerta del cuarto de baño salió Glen.

—Hola, Heitor —saludó, apenada.

La pobre escuchó más de la cuenta.

—Hola.

—¿Ya estás lista? —preguntó mientras yo terminaba de vestirme con la vista de ambos sobre mí. 

—Dame un momento —pedí. 

—¿Qué vas a hacer, Delilah? —indagó Heitor con enfado.

—Quiero estar unos días en casa de mi amiga.

—Venía a buscarte para que te fueras conmigo.

—Yo voy a esperar en el auto, me dices lo que vayas a hacer —Glen se fue para darnos un poco de privacidad.

—¿A qué carajo juegas?

—A nada, solo quiero descansar y estar tranquila unos días. Únicamente pido eso.

—Huyendo de mí.

—No estoy huyendo de ti. Quiero mi espacio para pensar bien las cosas.

—¿Qué cosas tienes que pensar? —ya se notaba bastante molesto.

—Por favor —puse los ojos en blanco.

—¿Te puedo pedir algo? —preguntó y se pasó las manos por el rostro. Asentí— Deja el trabajo.

Yo necesitaba de ese dinero. Tenía mis ahorros, pero un ingreso siempre es bueno.

—Lo pensaré también.

—Piénsalo conmigo.

—Sola, Heitor.

Agarré todos mis pertenencias y le di un beso en la mejilla, cuando pasé por su lado. Agradecí al cielo que no insistió porque ya no tenía fuerzas para alejarme.

Glen me esperaba en el auto con una sonrisa en el rostro.

—¿Estás segura de esto?

—Segura no estoy, pero es lo que necesito ahora mismo.

***

Despierto con Glen y Laura sobre mi cama, me colocan una bandeja de desayuno en mis piernas.

—Tienes que comerlo todo —me ordenó Glen.

Sumisa ✓Where stories live. Discover now