chapter thirty two

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🧪 ˚ CAPÍTULO TREINTA Y DOS ˚.*ೃ
shermisky

SHERLOCK HOLMES SE HABÍA dignado salir de su habitación después de noches de encierro y, más tranquilo de lo esperaba, se encontraba tocando violín mientras miraba esporádicamente por la ventana la concurrida calle Baker

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SHERLOCK HOLMES SE HABÍA dignado salir de su habitación después de noches de encierro y, más tranquilo de lo esperaba, se encontraba tocando violín mientras miraba esporádicamente por la ventana la concurrida calle Baker. Sintió que aquella tarde era perfecta para componer algo relativamente alegre, pues el día no estaba nublado (lo cual era un milagro en Londres). Cabía destacar que la imagen de una muchacha de cabello castaño no dejaba de pasar por su atrofiada mente, lo que ayudaba a que la composición no fuera deprimente. ¿Eran dedicados a ella los dulces sonidos que salían del violín? Eso lo sabría cuando terminara la pieza.

Atrapado por la melodía, el hombre no se dio cuenta de que aquella mujer que le había mantenido la cabeza ocupada por más tiempo de lo que me gustaría, se encontraba tocando la puerta de manera frénica, razón por la que la señora Hudson amablemente le abrió y dejó pasar. La farmacéutica (que por primera vez subía al segundo piso del 221B de Baker St.) decidió seguir el sonido del violín y se apoyó en el umbral de la puerta abierta, observando como el detective hacía hablar al instrumento.

En una pequeña pausa el hombre se dio la vuelta, quedando anonadado al ver la presencia de la mujer. ¿Cómo no la había visto caminar por la calle?

—Hola —saludó, tratando de mantener un tono de voz neutral, para así demostrar que no se le había hecho un extraño nudo en el estómago.

—Leí tus mensajes —comentó Skyler, entrando de lleno al apartamento y observando el desastre que había a su alrededor.

—Te habías tardado —respondió el rizado, dejando su violín en el sillón más cercano.

Sky se acercó a él a paso lento, hasta quedar a poco menos de un metro de distancia—. Conecté mal el cargador y me di cuenta a la hora de almuerzo.

—Debí suponerlo.

—¿Es todo eso verdad? —inquirió la mujer, alzando la mirada para conectar sus ojos con los del enigmático detective—. ¿Cada mensaje?

—No tengo la necesidad de mentir —Sherlock irguió su espalda para demostrar más seguridad, haciendo que la joven que aún no despegaba sus orbes de los suyos le diera tal sonrisa luminosa que no pudo evitar imitar el gesto, subiendo ligeramente la comisura de sus labios.

Ninguno de los dos adultos sabía qué hacer en aquel momento. No sabían que decir, cómo continuar la conversación sin que fuera cursi e incomoda, por lo que simplemente se quedaron ahí, mirando, analizando sus rostros en completo silencio, esperando que sus ojos hablaran por ellos.

—¿Van a besarse o voy a tener que empujar a alguien? —exclamó frustrada la casera que yacía parada en la entrada del piso.

El rizado alejó su atención del angelical rostro de Skyler y le lanzó una mirada mordaz a la señora Hudson, quien al sentir más dagas inexistentes chocando contra su pecho, se fue marchó a paso rápido mientras murmuraba groserías a su inquilino más problemático.

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