C:22 | GOMAS DE BORRAR.

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N O A H .

Allyssa me dedica una última mirada indecifrable antes de subir a las gradas, sé que odia los deportes, por lo tanto, estar aquí no es su cosa favorita.

Aún así, la veo sentarse en las gradas junto con el pelirrojo descerebrado, y su amiga. Se ve cómoda con ellos, como si no tuviera que preocuparse, es el tipo de comodidad que muestras ante alguien que no temes que te lastime, de ese tipo que hace que bajes la guardia y dejes de esconder lo que sea que escondes.

Algo que no hace conmigo, porque por cada barrera que logro derrumbar hay otra más grande de repuesto, como si quisiera evitar con todas sus fuerzas que viera más allá de lo que me dejaba ver, como si estuviera protegiendose a si misma, aunque aún no lo entendía muy bien, no entendía si se protegía de mí o de ella.

La buena noticia era que eso no debería importarme, y la mala noticia era que lo hacía, y mucho.

Hace bastante que dejé de entender qué me sucede cuando estoy con ella, pero se siente cómo cuando te das cuenta de que estás a nada de perder en un juego que tú mismo empezaste.

Es como tener una sola oportunidad para hacer bien las cosas, pero no sabes qué, y cada que te ves al espejo piensas que nada en ti es lo suficientemente bueno.

No si lo pones en una balanza con todo lo malo.

La primera vez que la ví me dí cuenta de que ella no era la chica que vivía en un mundo color de rosas, era la chica que lo incendiaba todo a su alrededor y se quedaba mirando sin miedo a que pudiera estallar, y si querías estar cerca tenías que aprender a soportar las llamas.

Y cuando juegas con fuego, sabes que al menos uno de los dos va a terminar quemándose.

Pero eso no me importaba.

Todo en ella gritaba caos, pero era un caos silencioso que no podías notar hasta que estabas lo suficientemente cerca, un caos que ella odiaba porque la hacía sentir como un lugar inhóspito del que todos debían salir corriendo, principalmente por sentido común.

Pero bueno, yo no tenía mucho de eso.

Así que, ni todas las advertencias del mundo podrían mantenerme alejado de ella.

Podría negarlo una y mil veces, pero no creo que sirva de nada, la verdad es que hace mucho que perdí el control, punto.

Y jamás me había asustado tanto arruinar algo que ni siquiera es mío.

El pitido que nos avisa que tenemos que salir al campo a jugar corta el hilo de mis pensamientos, y salgo junto con mi equipo, puedo sentir cientos de miradas sobre mí, y sin embargo puedo distinguir la de ella que me sigue con la mirada con cada paso que doy, y la desvía como si con eso pudiera reprimir lo que le genera mirarme.

El partido empieza, y se pasan minutos en que atravieso la cancha tantas veces que pierdo la cuenta, estamos en un punto decisivo en el cuál cada segundo cuenta, la euforia y la adrenalina se apoderan de mí, como si nada pudiera detenerme, ni siquiera que el piso se estuviera moviendo, así que… ¡Joder, el piso de verdad se estaba moviendo!

Mi cerebro tardó de más en asimilar lo que estaba pasando, todos empezaron a evacuar el lugar, pero yo seguía paralizado y el entrenador del equipo terminó por arrastrarme hacía la salida, intenté encontrar a Allyssa y a Julie, pero buscarlas con la mirada parecía una tarea imposible con tanta gente moviéndose de un lado a otro y tanta confusión.

Entre toda esa gente ví a Julieta que está discutiendo con el tal Asher quién la arrastra hacia la salida sin importar cuántas veces grite que no necesita su ayuda. Reacciono zafandome del entrenador sin importar cuántas maldiciones suelte, la sensación de que el piso se esté moviendo sin parar me revuelve todo, y me acerco hasta ellos que dejan de discutir mirándome como si los hubiera atrapado haciendo algo ilegal.

100 DÍAS CHALLENGE Where stories live. Discover now