Las Moiras

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Destino

El cielo se iluminaba de rojo, como si todo el lugar ardiera en llamas, una galería larga rodeado por muros gigantes de piedra y huesos, enormes estatuas de rocas negras que personificaban a la muerte, una de tras de otra. Él camino era infinito, respirar era un trabajo arduo, el ambiente parecía cubierto por azufre, a los pies de tan inmensas figuras se podrían ver criaturas de arena negra que imitaban el cuerpo humano, carecían de una identidad, su existencia era lamentable, llena de sufrimiento y desesperación que se podía ver en en cada una de ellas. «¿Que hago aquí? ¿Estoy soñando?» se preguntaba Noah al despertar sobre el suelo arenoso.
Camino por aquel corredor sin rumbo alguno, parecía no tener final, los oscuris eran espejismos de vidas pasadas, un hombre llorando la perdida de su hijo, una mujer con una carriola vacía de la que provenía un ensordecedor llanto, almas desdichadas repitiendo para toda la eternidad aquella vivencia los encadeno al limbo de Asfódelos, la tierra era roja, el lugar era frió, las nubes rojizas giraban alrededor del entorno, el polvo se levantaba con facilidad, Noah tropezó con una sombra de arena que yacía en el suelo, tenia un casco quizás era un soldado de guerra, su brazo estaba vendado, su rostro era triste y desdichado «Non feci, nom feci, nom feci» murmuraba el soldado en voz muy baja, Noah se postró de rodillas frente a el «¿Que no hiciste? ¿Puedo ayudarte?»  Los murmullos se escuchaban mas fuertes, cada vez más rápidos, «nom feci, nom feci» la voz se volvía mas gruesa con cada palabra, miró a Noah de golpe tras soltar un grito «¡Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto» Noah calló de espaldas arrastrándose en el suelo envuelto en el miedo, mientras aquella sombra reía a carcajadas, luego se hizo el silencio, los sombra miraba el suelo nuevamente murmurando aquellas palabras que suplicaban que el dolor tuvieran un fin.
Después de horas, días, meses, años o décadas vagando por aquella galería Noah seguía intentando descubrir que era ese lugar en el que el se encontraba. A la distancia escucho la risa de algunas mujeres, caminó hacia las risas que lo guiaron a la entrada de una cueva, se adentró en ella cuidadosamente entrando por una puerta de madera vieja y podrida de un salón en el que habían tres mujeres, riendo sin parar, jugaban con huesos agrietados, semillas podridas y cabellos. «Tenemos un invitado hermanas» dijo una de las mujeres ¿Un Invitado? ¡Un invitado! ¡Un Invitado!. Exclamaron las demás, Noah caminó adentrándose en la gran cámara de mármol, se encontraba incrédulo ante la belleza de las tres, no comprendía como un lugar tan lindo y limpio podía existir en ese infierno.

«¡Hola! Noah bienvenido» Comento la mas joven de las tres «pasa adelante, te estábamos esperando» la hermana mas alta caminó hacia Noah, tomándolo del brazo suavemente, lo guió hasta un asiento de madera, cubriéndolo con una manta de seda blanca muy fina y nueva. «¿Como saben mi nombre?» Pregunto Noah Extrañado «nosotras conocemos a todos los mortales joven Noah, desde el día que nacen hasta el día que mueren» dijo la hermana mas joven «mi nombre es Cloto, la rubia es Aisa y la mas callada es Láquesis»

Las tres mujeres eran hermosas, de voces muy suaves como el canto de sirenas en una noche tormentosa, la mas joven de las tres, era delgada, no muy alta, su piel era como de porcelana, su cabello era oscuro amarrado por una cinta de seda negra, tenia las mejillas rosadas con una nariz muy pequeña, sus labios parecían algodón de azúcar, como si al besarlos se pudieran disolver, los dedos de sus manos eran delgado, no muy largos, con uñas pintadas de negro, sus pies eran pequeños, los tenia descalzos y de igual manera pintados de negro, vestía una pequeña toga blanca un poco traslúcida, la  más alta de ellas poseía el cabello dorado, como si del oro hubieran creado muy finos hilos, ojos azules con delgadas líneas grises que brillaban como la plata, vestía un ropaje blanco y largo que arrastraba una cola como el vestido de una novia el día de su boda, portaba brazaletes con pequeñas incrustaciones de diamantes en ellos, un collar de oro largo y una pequeña diadema blanca que sostenía su cabello, sus uñas tenían un color de tono blanco como el de los corales luego que son sacados del mar, la tercera de las hermanas era muy callada, no hacía contacto visual, mordía su labio inferior repetidamente, vestía un sayo sencillo que parecía echo con tela de lino, un fino cinturón de cuero amarrado a la cintura, tobilleras de hilo rojizo y de uñas eran naturales, su rostro era delgado bañado por una lluvia de pecas, su cabello tenía el color de la miel, de busto grande y caderas marcada.

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