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Draccerya llevo a su padre a sus aposentos. Este se quejaba y la llamaba.
—Ya casi llegamos, padre.
—No, hija. Yo quiero decirte algo.
—Padre, guarda aliento—le pide mientras sube las escaleras, el peso ya estaba afectandole por el camino. —Yo también lo haré.
—Habrá una cena.
—Todas las noches hay cena, mi rey—le dice terminando de subir las escaleras.
—No, está noche... Quiero cenar con todos ustedes. En familia—le dice mientras ella escucha.
—Cómo desees. Pará la coche falta mucho, descansa mientras...
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Veía a Lucerys de forma seria después de llevar a su madre a la alcoba. Ya se habían llevado a Lord Veamond, lo que ya esperaba. Estaba en su alboca designada preocupado, estaba Rhaenyra con él.
—Será un honor combatir a su lado, Lucerys Velaryon—le dice Draccerya viéndolo desde arriba este tenía que levantar la mirada para verla. —Volveré al mar cuando usted lo proclame.
—Gracias, tía—le dice su sobrino. Lucerys seguía nervioso por su nuevo puesto.
—Lo guíare si es necesario. La guerra es peligrosa... Tiene que ser sabio en sus decisiones, una mala desición le podría costar la vida a sus hombres y arriesgarte a perder la batalla—le dice y Rhaenyra sonríe nerviosa. —Debes tener la sangre fría te tomar sacrificios y bañarte de sangre si es necesario...
—Creo que son suficientes lecciones por ahora, hermana—le dice Rhaenyra viendo periódicamente a su hijo y a su hermana.
—La guerra es la cosa más cruel de la tierra, hermana. Ahora Lucerys ya no es un niño, es el señor de los mares y mi comandante—le dice Draccerya manteniendo su sería postura. —Si no sabe comandar una flota, padre se habría levantado de su cama por nada. Confiaré en tu instinto, Rhaenyra y prometo cuidarlo... Pero tienes que enseñarle a cuidar de si mismo, antes de que lo maten.
Lucerys suspira con pesadez viendo a su tía. Rhaenyra iba a hablar, pero su hijo le quito la palabra.
—Me esforzaré. Juro que batallare como mi todo mi ser—le dice tratando de imitar la postura severa de su tía, y aunque no lo logra, está tratando.
