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Aquí cambiaré la línea temporal, la guerra de los cuervos será mucho más larga.
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Rhaenys fue a Rocadragon y le informo de todo a la ahora reina Rhaenyra. Lo peor fue cuando le contó sobre su hermana al lado del ahora usurpador.
—Draccerya no puede estar con ellos—dice Daemon sin terminar de creerlo.
—Lo es, esta casada con uno de ellos...
—No—dice Rhaenyra. —Ella no es así.
—¿Que más podría ser entonces?—pregunta Rhaenys.
—Su hijo está ahí...—comento Daemon. —Los hijos pueden hacer eso.
Rhaenyra tiene un dolor fuerte en el vientre...
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No estaba a gusto con su puesto. Estaba en la mesa del Consejo con un dolor de cabeza terrible. Hablaban de que ofrecerle a Lord Baratheon...
—Tenemos a los herreros de Flecha de Fuego, podríamos darle unos 500 de ellos—comenta Lord Lanniester.
—No voy a regalar mis herreros—dice Draccerya. —Joel, espero que ya esté libre.
—Lo esta, princesa—dice Otto. —Pero Lord Baratheon es un hombre difícil, necesitamos darle algo a cambio de que este de nuestro lado. Es por eso que usted está aquí.
—Dales algo tuyo, Lord Mano... ¿Porqué yo debo de pagar?—pregunta recargandose en la silla.
—Draccerya, necesitamos tu apoyo—le dice Aegon que estaba en la cabeza de la mesa. Esta lo ve con ojos bien abiertos.
—Piense en su hijo. Pará ser justo, podríamos comprometerlo con la hija del rey, Jaehaera.
—No voy a comprometer a mi hijo—le dice a Alicent. Esta entrelaza sus dedos y Otto toma la palabra.
—Debe cooperar, sus actos... Gritan traición—le dice la mano del rey.
—¿Es una amenaza, Lord Mano?—le pregunta mientras se pone de pie.
—No, no. Nadie está amenazando a nadie. Hermana—la llama Aegon sonriendo. —Escucha...
—Si es así, cortenme la cabeza de una vez—dice enojada, casi gritando.
