Emma, una joven de veintidos años de edad, que viaja a nueva York en busca encontrar empleo, sin saber que el destino le dara más que lo que fue a buscar.
Será secretaria de uno de los hombres más codiciados de nueva York.
Aaron Monroe, un hombre ar...
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Me encuentro frustrado, no se que estoy haciendo con mi vida, pero me veo obligado a fingir un matrimonio falso, mi padre no me deja otra opción.
La primera vez que la vi, supe que sería ella quien me ayudaría con mi plan, la excusa perfecta fue que necesitaba de dinero y a mi eso me sobra.
La mujer no tiene nada de atractivo, es un bicho raro, sin embargo es de clase baja, eso ayudara a demostrarle a mi padre y hacerle creer que nuestro supuesto amor, es verdadero, ya que nadie esperaría que me enamore de alguien como Blosson.
Al llegar le envío un texto de que salga, pasaron más de cinco minutos cuando las puertas del horroroso edificio se abren y no puedo creer lo que mis ojos ven.
Una figura amoldada perfectamente dentro un vestido color vino, su pierna izquierda queda a la vista ya que el vestido tiene una apertura allí, Su corto cabello ondulado cae por sus hombros, mientras que el labial rojo que carga le hace ver los labios más grandes y sensuales.
El azul de sus ojos se encuentran con los míos y obligó a mi cerebro a reaccionar.
—¡Valla! Hasta pareces una mujer— digo para disimular que me quedé como idiota viendola.
Ella no comenta nada, y como el caballero que soy, le abro la puerta del coche.
—Escucha con atención cada palabra que te voy a decir_ hablo una vez estamos de camino a la cena. —Nos conocimos hace un año en Londres, conectamos rápidamente y te pedí ser mi novia, luego te traje a vivir conmigo y te propuse matrimonio en una velada romántica bajo la luz de la luna.
No sé de donde saque tanta estupidez, pero espero que sea creíble.
—Valla señor Monroe, no sabía que usted era un romántico— responde burlesca.
—No lo soy, pero antes medidas drásticas puedo llegar a sorprender—
—Y dígame, ¿Con que palabras me pidió que me case con usted?— Pregunta con sonrisa de niña buena.
—No lo sé. Inventa algo tu, o ¿A caso me viste cara de saber cómo se pide matrimonio?.
_¿Realmente quiere saber de qué le veo la cara?— la miro de solayo y ya me estoy arrepintiendo de esto. —lo haré quedar bien, descuide.
No sé porque no le creo.
Al llegar a la mansión de mis padres, Emma se queda embobada mirando a su alrededor, no la culpo, de seguro nunca vio tantos lujos en un mismo lugar.
—Actua normal.
—Si actuará normal, nada de lo que estamos a punto de hacer estaría pasando— contesta con una fingida sonrisa.
Las puertas se abren y el mayordomo nos guía hacia donde mi familia se encuentra.
—Hijo mío, no sabes lo feliz que estoy de saber que por fin sentaste cabeza— comenta mi madre una vez estamos frente a ellos.
