Emma, una joven de veintidos años de edad, que viaja a nueva York en busca encontrar empleo, sin saber que el destino le dara más que lo que fue a buscar.
Será secretaria de uno de los hombres más codiciados de nueva York.
Aaron Monroe, un hombre ar...
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—Maldita sea— grito frustrado.
Esto no tenía que pasar, ella no tendría que haberme visto así.
—Olvida a tu secretaria y sigamos con lo nuestro— pide Carla
—Largo— ordeno.
—Pero...
Basta solo una mirada de mi parte para que se baje del escritorio, se acomode la ropa y salga.
Esto es su puta culpa, desde que la ví desnuda no puedo concentrarme en nada más, creí que no tendría un cuerpo llamativo, pero me cerró la boca cuando pude apreciar sus caderas anchas, su espalda definida y su abundante trasero.
Tomo mi saco y salgo en busca de ella, no a de estar lejos.
Salgo del edificio y no la veo por ningún sitio, marco su celular y tampoco responde, tmo mi auto y recorro las calles pero nada, ¿Dónde mierda se metió?
Sin más opciones conduzco hasta mi departamento pero al llegar tampoco está aquí.
Han pasado cinco horas y aún no se nada de Blossom, mandé a uno de mis hombres a su búsqueda sin embargo no hay noticia alguna de su paradero.
Vuelvo a marcar a su teléfono y luego de tres pitidos contesta.
—¿Dónde mierdas estás?— pregunto desesperado.
—¿Y a ti que más te da?— responde arrastrando las palabras
Puedo escuchar de fondo una especie de música electrónica.
—¿Estás borracha?.
—Nop.
—Pasáme la dirección, iré por ti— exigo.
—No te necesito, diviértete con la rubia, yo aquí tengo mi compañía.
—¿Con quién estás?, Blossom no me toques lo huevos por qué no estoy de humor.
—Los huevos ya te los toco otra— contesta y apenas se le entiende
—Dime donde estas— suspiro pasándo una mano por mi cabello.
—Cuelga y vamos a divertimos—escucho una voz masculina decir y la sangre me hierve de los celos.
—Blossom, es la última oportunidad que te doy para que me digas dónde estás, de lo...
—Si no, ¿que?.
—Conoceras lo que soy capas de hacer y abran consecuencias que no te gustarán.
—Estoy en... Dónde tú no— ríe, tiene el puto descaro de reír.
—Bien, yo te advertí.
Cuelgo la llamada y llamo a un viejo amigo que puede hackear teléfonos.
