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Acaricio mis manos con suavidad, me giro sobre mis pies para tener una vista amplia de la casa, un pequeño jardín y un camino de piedras que me lleva a la entrada, diferentes tamaños y colores. Pier, me las vas a pagar. El césped está recién cortado, las rosas fueron podadas hace poco probablemente hoy y las ventanas brillan de lo limpias que están. Todavía recuerdo el día en que Papá me presento a Wanda y me dio un breve resumen de quien era la joven por la que había dejado de sentir cosas por mi madre.

Alta, un metro sesenta y ocho.

Ojos verdes, "Los más hermosos que he visto" según mi padre.

Treinta y tres años, es abogada y escritora en los tiempos que puede hacerlo. No suele pasar mucho tiempo en casa y es un milagro cuando logra dormir con ella en las noches.

Tomo una cantidad de aire en mis pulmones, al menos no se buscó a alguien de 21 años, eso seria la excusa perfecta para quitarle el titulo de padre y alejarlo de mi vida. ¿Cómo lo conoció?

No lo sé, nunca le pregunte y tampoco me interesa saberlo. Dejo de mirar la casa como una psicópata y camino con suavidad hacia las puertas del infierno. Levanto mi manos, sin muchas ganas de hacerlo y hundo mi dedo índice en el botón del timbre, el sonido me provoca un escalofrió. Escucho los zapatos resonar por la casa y tan pronto como los escucho la puerta es abierta.

—Artemis —nombra y expande una sonrisa en sus labios, trago saliva. Se acerca rápidamente y deposita un beso en mi mejilla invadiendo por completo mi espacio personal.

—Hola —susurro

—Pasa, por favor —suplica y se corre de la puerta. Desliza su mirada por mi rostro y luego hacia el exterior —¿tu novio?

—Él no podía quedarse —miento e intento olvidarme por un momento del idiota de Pier, quien se ha ganado un boleto para no tener sexo por dos años. Sus dedos se aferran a mi brazo para obligarme a ingresar.

—Es una lastima

—¿Lisa? —pregunto con la intención de que me lleve hacia mi hermana y no hacer de este momento uno más incómodo.

—Salió con tu padre, necesito algunas cosas para la cena y se ofrecieron en ir —asentí, sus ojos verdes me analizan y podía notar el nerviosismo en la forma que apretaba sus manos; inquietas y con ansiedad. ¿Por qué se esfuerza tanto en caerme bien? Aprieto mis labios, observo la pequeña casa, hay fotos, pero no de ellos son artísticos... casi siniestras. —¿Quieres... —le miro —café?

—No, lo siento, no bebo café —aprieta sus labios, el ambiente está incomodo y trato de no hacérselo más difícil —¿Tienes té? —todo sea por el estúpido de Tristán. Asiente de inmediato y ensancha sus labios nuevamente en una sonrisa, más relajada. Le sigo los pasos hacia la cocina, una vez dentro, observo como mira las cajas de la infusiones, juguetea con sus anillos y muerde su labio.

—¿Algún té en especial?

—No, solo té —asiente y estoy segura que se reprendió mentalmente por haber preguntado aquello. Mi teléfono me da un pequeño timbrado, por el pitido se que es Pier, el idiota se cambio el ring ton para que supiera cuando es el y cuando no.

"Buena suerte, te amo"

Si no fuera porque en verdad lo amor, ya lo habría dejado cuando insistió en que vengamos y me dejo aquí.

Si no fuera porque en verdad lo amor, ya lo habría dejado cuando insistió en que vengamos y me dejo aquí

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