Capítulo dieciséis.

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—Ya estoy lista. —anunció Oriana, saliendo de su baño. Harry estaba sentado en el sofá, escribiendo un correo en su teléfono. Sin prestarle atención mientras cruzaba la habitación. Se estaban por al gimnasio, un día después de la pista de patinaje de hielo, y después de comer una tonelada de comida, ambos se sintieron asquerosos. Oriana hizo una estratagema para ir con regularidad al gimnasio, jugando con él solo para poder verlo realmente haciendo ejercicio. También hizo que se ponga shorts de Nike, una remera sin mangas holgadas y unas zapatillas para correr con su pelo recogido en un moño.

—Está bien, un segundo. —Harry murmuró, escuchando a su novia ir a la cocina y tomar una bebida energética de su heladera. Terminó su correo soltando un suspiro. Deslizó su celular en su bolso de deporte llena de ropa y cerró la cremallera. Harry lo puso en su hombro y miró a Oriana, que estaba inclinada hurgando en su heladera. Sus ojos se abrieron. —¿Usarás eso? —dijo, mirando sus suaves piernas hasta la parte inferior de su trasero. Sus diminutos shorts negros se ajustaban a sus anchas caderas.

—¿Qué? —objetó, parándose de nuevo con una botella rosa en su mano y miró su cuerpo. Los ojos de Harry fue directamente a su escote donde su chaleco no cubría y sus pechos se veían increíbles. —¿Qué tiene de malo? —se quejó.

—Es muy- —luchó por encontrar las palabras. —Revelador.

—No seas ese tipo de novio. —suplicó, deslizando su mano por el costado de la heladera aún abierta.

—No. —sacudió la cabeza. —Creo que te ves... bien. —sus palabras se volvieron borrosas mientras miraba su figura. Oriana parpadeó molesta y cerró la puerta para llamar su atención. Su cabeza pareció salirse de ella con una sacudida y la miró de nuevo a los ojos.

—¿Me veo bien? —instó.

—Creo que te ves increíblemente sexo, amor. —lo tranquilizó. —Aunque también lo pensará otro hombre. —sus ojos recorrieron su cuerpo de nuevo.

Oriana se dio cuenta. Una sonrisa apareció en su rostro. —Siempre uso esto. —dijo, encogiéndose de hombros.

—Bueno. —tragó saliva. —Está bien. No pasa nada. Vámonos entonces. —contestó. Volviendo a tragar saliva, oyéndola ir tras él. Sus Nike chillaban contra el suelo.

Oriana cerró la puerta detrás de ellos, deslizando su celular en su bolsillo mientras tomaba su mano. No cuestionó su urgencia por tomar su mano y solo entrelazó sus dedos. Bajaron al lobby y salieron a la calle, mirando el cielo azul. Harry estaba por llamar a un taxi hasta que ella lo detuvo.

—Es una caminata de diez minutos. Ahorra dinero. —le apretó la mano y le dio un golpe en la barbilla. Harry tomó su labio entre sus dientes y suspiró por la nariz. Sus ojos bajaron por su cuerpo de nuevo. —Amor, deja eso. —se quejó.

—Lo siento. Vamos. —sacudió la cabeza y comenzaron a caminar. Oriana sintió que su celular vibraba en su bolsillo y caminó respondiéndole el mensaje a su amigo, dejando que Harry la lleve por la multitud de personas en su camino. Era ajena a la cantidad de miradas que estaba recibiendo, su nariz metida en su celular y la gorra tapando sus ojos.

Harry tenía una expresión tensa. La misma que usaba con sus socios comerciales, la que intimidaba a la gente y los asusta hasta que miran a otro lado. Era su cara enojada. Cruzaron la calle y él la miró, corriendo detrás de él con su cabeza gacha. —Oriana. —espetó y ella rodó los ojos, tardando más en responderle.

—¡Tengo una mano, Harry!

Se sentiría mejor si no fuera un objetivo para que se queden boquiabiertos. Podía ver que la miraban maravillados, pero estaba sosteniendo su mano sin apretar. Había un grupo de chicos en un banco, que obviamente eran más jóvenes que él, tenían acné y gorras grandes para su cabeza. Ya lo estaba viendo venir. Harry quiso darle un golpe a cada uno en su cara cuando uno le silbó y le hizo un comentario grosero. —¿A qué hora abren esas piernas, hermosa?

A Favor (español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora